miércoles, 25 de mayo de 2022

HA FALLECIDO DON FÉLIX HERNÁNDEZ CASTILLO PIONERO DEL AGRO EN VENEZUELA Y UN ICONO DE LA VILLACURANIDAD

 





                                                        Por Oscar Carrasquel



 

Uno el hombre, en su peregrinar  por el difícil camino de la existencia con sus múltiples jugadas, algunas veces se camina erguido, tranquilo, y otras  cabizbajo, según se sienta especialmente el espíritu. Pareciera que el estado del alma  cambia al igual como varia el color de nuestro hermoso cielo aragüeño. A don Félix Hernández Castillo, lo observamos cotidianamente transitando tranquilo con la mirada en alto las calles de Villa de Cura,  en donde todo el transeúnte que pasa por su lado lo saluda con afecto y emoción, le extiende y estrecha la mano porque lo conoce. Gran conversador con sus amigos del mismo terruño. Ésta nota viene siendo  la semblanza de este honroso caballero, de gran simpatía que vive a través del tiempo en el corazón de todos sus coterráneos .
  
No vayan a creer que don Félix  es nativo de fuera, sino que es un hijo de puro abolengo villacurano,  una persona común, tratable, transparente, sin etiqueta alguna. Su apellido paterno fue muy pronunciado en el sector comercio y ganadero de la Villa de San Luís antigua y también la moderna. Sabe que los años disminuyen la velocidad de los pasos, y que ya no es el mismo hombre vigoroso de antes; aquel que  comenzamos a conocer en plena juventud, tal vez de 35 años, en aquella  circunstancia que me lo presentó mi finado padre allá en su negocio de la calle Real.
 
Fèlix Hernández era entonces un hombre enérgico y empinado como una planta de chaguaramos, ahora el tiempo lo obliga a caminar un poco ladeado, despacito, ayudado por un bastoncillo de aluminio que chasquea en las aceras de cemento. De clásico sombrero, bigotes blancuzcos con las puntas medio abiertas hacia arriba, buscando  el estilo de Dalí. Ejemplo de amabilísima cortesía y educación, así queremos identificar a este hombre de larga jornada. Nunca ha sido un caballero de corbata ni peluquín, pero siempre lo vemos bien vestido, inmaculado,  disfrutando  todavía de las cosas elementales que le brinda Dios.

De repente encuentra las puertas de la iglesia cerrada, observa  el reloj del campanario detenido marcando diez para las cuatro, y  se sienta en un banco de la plaza Miranda, debajo del ramaje de un cotoperiz, pensando que por algunas de sus avenidas y su verde aledaño va a desembocar el viejo  don Rafael Mosquera, para oírle contar sus aventuras de caza y pesquería por el llano, De pronto va a visitar a un amigo de sus afectos,  siempre con un espíritu que, a pesar de estar arrastrando 88 años de presencia en el mundo, no ha perdido la capacidad de alegrarse,  de soñar, de amar las cosas sencillas que nos va dejando  el brillo de la vida. 

Nace en Villa de Cura un 21 de febrero de 1928. Y  en el legajo de viejos papeles de la iglesia Matriz debe reposar su partida bautismal con este testimonio. Mucho nos habló de su opinión sobre la jornada fundadora de la tierra nativa, aunque quizá la historia no  sea siempre  la misma que cuentan los especialistas de la historia.

La madre que le dio luz fue doña María Teresa Castillo de Hernández, nativa de Tinaquillo municipio del mismo nombre, estado Cojedes. Su fundación está en discusión, pero algunos historiadores sugieren que fue en 1760. Félix recuerda con orgullo  a su padre don Manuel  María Hernández Utrera (1889-1935), natural de Villa de Cura, hijo de don Lisandro Hernández y de Ana Utrera. La cría y comercio de ganado vacuno fue su vocación. En total fueron siete los hijos del matrimonio Hernandez Castillo: Manuel Enrique, Félix Lisandro, Juan Bautista, Carmen Teresa, Ana María,  Ana Teresa y Estela María.

Acá en el viejo camposanto villacurano reposa el despojo de muchos de sus antepasados que se explayaron en otros apellidos: además de la Hernandera, siguen los apellidos Motamayor, Carabaño, Sumoza, Utrera, Pérez, Ríos, Montañez. Conocidos como hacendados, comerciantes, profesionales universitarios, agricultores y ganaderos nativos de Villa de Cura.  Por eso es que al  ponerlo a recorrer los espacios de su lar villacurano va como explorando  sus antiguas y angostas calles que llevan nombres de personajes históricos, Siempre brotan de sus nostálgicas reflexiones la transformación sufrida por Villa de Cura durante el tiempo de su infancia pasando por su juventud a la madurez. Rememorando las casas viejas aireadas, de aleros y techos de tejas, y la obligada contemplación en su memoria de la ancha casona frente a la plaza que fue testigo de su nacimiento, crecimiento y formación.
 
Nuestro personaje goza del arte de la escritura y la comunicación social,  posee una interesante monografía relevante del árbol familiar desde su raíces hasta la  ramita más alta. Habitó la familia una casa grande y ancha de grueso portón y ventanales que se levantaba frente a la plaza Miranda. Aquella vetusta casa engullida por el progreso fue convertida hoy en un centro comercial y una botica, que se asoman por la calle del Comercio de Villa de Cura. 

Don Félix Hernández es esa especie de Mecenas. Su memoria continua siendo como un libro inmenso. Recuerda con nitidez los lejanos carnavales de comparsas, de bailes en la plaza y de jugar con agua y los  festejos en honor al santo patrón San Luis Rey. De los grandes desafíos protagonizados en la sabana por el simbólico club de béisbol Ayacucho Star BBC.  De cuando concurría  de las manos de sus hermanos mayores o de su madre  a las misas oficiadas por el  cura Galindèz o el padre César Castellano. Y que la única corriente de agua limpia que atravesaba la ciudad de sur a norte es la quebrada de Curita.

Se conoce de memoria el nombre que le dieron antiguamente a cada esquina de su pueblo y con fantástica lucidez, los nombres y apellidos de las familias que habitaron cada cuadra de La Villa. Muchas de estas viejas vivencias las dejó estampadas con precisión en las páginas de la revista Expresión, una publicación de lujosa calidad y presentación editada por la editorial Miranda de Villa de Cura, en tiempos recientes. Es también narrador de agradables anécdotas, lector apasionado y conocedor de la cultura como son la literatura y la historia.

Nunca ha incursionado en el mundo de la política, pero ha seguido atento los acontecimientos que desequilibran a su país como un  observador imparcial de recto juicio. Siempre gozó de consideración y respeto de parte  de los partidos tradicionales incluyendo los del partido Comunista, con quienes no tenía complejo de reunirse en franca camaradería. Muchos de ellos fueron sus condiscípulos y la amistad visible y respeto la mantuvo siempre con el poeta José Manuel Morgado, Oscar Morgado, Félix Valderrama, Víctor Hernández Ramos y otros que nombra en sus conversaciones. Aparte de estas consideraciones muy amigo del "Negro" José Nuñez y del bardo y cronista villacurano Vinicio Jaén Landa, y de tiempo en tiempo, cualquier día le dispensa una cordial visita a su amigo don Roger Barreto a disfrutar de su compañía y de un aromático cafecito, como también conversa con el común amigo Chencho Adames Aponte, en la Editorial Miranda.

Si algo también almacena con nitidez su memoria fue el paso en los años 20 de la caravana de autos precedida por el General Juan Vicente Gómez, cuando hacia su recorrido de Maracay a San juan de los Morros, adonde acudía con asiduidad el general Gómez  a tomar rociados de las sulfurosas aguas en las corrientes de los baños termales. Debe tomarse en cuenta que muchos años atrás el paso principal era por la calle Sucre saliendo por La Garita, antes de ser la calle Bolívar la más importante. 

Estudió en la escuela Arístides Rojas donde cursó la primaria completa. Cuántas veces no cruzaría aquel niño la plaza Miranda, con sus pantalones cortos y medias a la altura de la rodilla y un bulto de cuero colgado a la espalda para asistir al colegio. Emprende su carrera de bachillerato en el Liceo Germán Roscio de San Juan de los Morros, y de aquí pasó a continuar y terminar su jornada de estudios de secundaria en el Liceo Pedro Gual de la ciudad de Valencia.

De regreso a Villa de Cura y  debido a las escasas oportunidades de empleo no le quedó otra cosa que aprender y dedicarse  a la manufactura de objetos de cuero en una Talabartería de La Villa y  posteriormente se dedicó a la venta de periódicos a los transeúntes en la calle, para proveerse de los realitos. Pero resulta que otra era su meta.

En esta encrucijada de saberes fue técnico estudioso del progreso agrícola en Venezuela que arranca en  1932, por iniciativa del gobierno del general Juan Vicente Gómez, con la creación de la Escuela Practica de Agricultura con sede en el sector La Providencia en Turmero estado Aragua, Integrante de la novena promoción de Peritos Agropecuarios egresada  el  año 1947, siendo director el ciudadano Alfredo Lozano Villegas; institución que realizó labor de extensión agrícola y pecuaria, siembra completa y pioneros de la mecanización de la tierra en casi todo el país, poco antes de que surgiera la Facultad de Agronomía de la insigne Universidad Central de Venezuela.
 
Egresados de la  promoción en los años 44-46 de esta escuela agropecuaria se recuerdan igualmente los nombres de Jesús Filardo Rodríguez, Alfredo Fontiveros Contreras, Tirso Ramos Graterol, Ciro Añez Fonseca, Waldemar Cordero Vale, Eduardo Cholett, Concepción Quijada, Ildegar Pérez Segnini, Julio Montenegro S, Argenis Vivas; así como  otros empresarios del campo que comenzaron desde abajo y  después de mucho esfuerzo y trabajo se hicieron grandes patrones. Casi todos los nombrados fueron a tener a territorio del estado Portuguesa, convirtiendo esa región en unos de los más importantes polos de desarrollo agrícola y pecuario que conoció el país en toda su historia. Llamado en tiempos no muy lejanos "El granero de Venezuela".

Protagonistas del Plan Nacional Arrocero, creando y  orientando la marcha de los centrales azucareros, programa impulsado y puesto en ejecución por el comerciante y economista apureño Saverio Barbarito desde la otrora Corporación Venezolana de Fomento. Estaba en ese momento en ejercicio de gobierno la Junta de Gobierno presidida por el coronel Carlos Delgado Chalbaud. El  que  escribe esta nota vivió por espacio de 40 años en esa zona portugueseña y le resulta muy triste decir  que, lastimosamente hoy no queda sino la sombra de todo aquel emporio de progreso.

Félix Hernández Castillo, sintió que el amor es para toda la vida, conoció,  compartió  canciones y paseos, se hicieron novios y casó con la joven Piedad Bencid Olivo, de origen marroquí, nacida en San Juan de los Morros el 28 de abril de 1928; de esta unión surgen cuatro hembras: Gloria Coromoto, Diana María, María Soledad y Cecilia Isabel; toda la camada nacida en Villa de Cura, integras de intelecto de formación profesional en distintos saberes humanos. Un padre responsable ejemplar que supo encaminar a su familia. Quizá su mayor triunfo fue la educación de sus hijas quienes además aprendieron a leer perfectamente las lecciones de la madre, No se dejó abatir por ninguna dificultad que pudiese haberse hecho presente y siempre estuvo alerta para hacerle frente. 

Félix Hernández Castillo, en el apogeo de su juventud desechó la idea de acogerse al plan de entrega de tierras y créditos del gobierno a los técnicos egresados de La Providencia y se quedó  anclado en La Villa. Pasado el tiempo   logra crear en sociedad  con su primo Luis Besson Carabaño, un pequeño negocio, una distribuidora de alimentos para animales, medicina veterinaria y demás insumos   para la industria agrícola y pecuaria,  ensanchada con la comercialización de textos y folletos para la enseñanza de la agricultura y la cría, y al mismo tiempo fomentar las bibliotecas en los fundos de los valles de Aragua y de los llanos centrales. Esta agencia tuvo su sede única al final de la avenida Bolívar a salida de Villa de Cura hacia San Juan de los Morros. En un aviso comercial  hacia la calle, al lado de la casa de familia Albano, podía leerse visiblemente en un cartel: “Hernández & Besson”. 

Cargado de años, a veces lleno de alegría, otras de tristeza, de satisfacciones y sinsabores. Su figura elegantemente vestido semejando  a una joya antigua, con la acumulación de  una gran experiencia y consagración al agro y la cría en Venezuela, dignificando la que fue su amada profesión. Don  Félix,  gracias a Dios, se mantiene activo en la vida, aprovechando el tiempo para contar las sonrisas que pudieran llenar un día y recordar los sueños  que tienen sus noches.  

Muchas veces  lo  hemos visto asomado por el marco de un ventanal de su apartamento de la calle Real, o lo hemos encontrado en un cruce de una esquina, o nos hemos detenido en una conversa hora y pico en un banco de la plaza Miranda bajo  los arboles corpulentos repasando recuerdos; o,  dejando pasar un chubasco  bajo el saliente alero de algún sobreviviente caserón de nuestro pueblo, con sus ojos perspicaces palpitando detrás unos espejuelos oscuros, y su robusto cuerpo sostenido por las dos manos apoyadas sobre su bastón de cuatro bordes que de vez en cuando golpea lento en la áspera acera.

Guarde pues  nuestro  Dios creador a este gran hombre, como ejemplo y honra de las generaciones presentes y venideras. Un abrazo largo interminable para don Félix Hernández Castillo, amigo hasta lo infinito, en el afecto y la unión.

                                                                                                 Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, invierno de 2016. (Reeditado el 25 de mayo de 2022 fecha de sus honras fúnebres)

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