El árbol de Roble a la entrada. Foto archivo O C
Por Oscar
Carrasquel
Plantado al lado izquierdo custodiando la entrada se encuentra este hermoso arbusto de
Roble. Muy raro porque se trata de una variedad
que solo se da en los farallones de los cerros y en las márgenes
de los ríos. La copa amplia como un
inmenso paraguas es de color verde gris. No proporciona frutos dulces ni agrios
para consumo, es por eso que los seres humanos no le lanzamos piedras. Es
esplendoroso en invierno y de verano.
Es lindo. Lleva años allí embelleciendo el
verde el paisaje del patio de entrada haciendo la
conservación y custodia en el portón del Colegio “Arístides
Rojas”, situada en la calle doctor Manzo de Villa de Cura. Lleno de una marea
de ramas que brindan generosa sombra para proteger a las personas de la lluvia
y el sol, que marchan o que deben entrar
y salir de las instalaciones de la antigua institución educativa.
Como
a las 12 de mediodía, por los momentos, se refugia debajo un grupo de personas
trabajadores a quienes les distrae este rico y hermoso
embeleso. El Roble le sirve de burladero de la lluvia y de sesteadero cuando el
hirviente sol de mediodía no da más
plazo. Todo el mundo se queda admirado, abismado, con los ojos curiosos preguntándose
cómo puede un árbol dar tanto y hacer enormes cosas sin recibir
nada a cambio.
Sus ramas y hojas se entretejen con la fuerte brisa. Por algo está allí soportando soles de verano,
agachadito, agazapado cuando es fuerte la brisa, plantado en el ángulo
izquierdo del portón, mirando hacia afuera, haciendo amistad con maestros y alumnos
y con los conductores de los automotores que le frenan a su lado, dirigiendo la
mirada al interior del plantel asiendo la visión en donde se
encuentra un letrerito en la pared con estas
palabras: “Al árbol debemos solícito
amor”.
La
Villa de San Luis, junio de 2022
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