Don Fulgencio Silva. Modelo de los zapateros en Villa de Cura. Foto álbum
Por Oscar Carrasquel
El lunes, era un día sagrado para
los alpargateros , abandonaban la faena por ser un día de
asueto semanal, seguido del domingo que como es harto sabido es día de descanso
obligatorio. De ahí la viejísima y conocida frase que reza “Lunes de Zapatero”
que muchos convirtieron en refrán. Un día de descanso adicional
para todo aquel que fabricaba o arreglaba zapatos, pero igualmente válido
para los artesanos que elaboraban alpargatas.
Antiquísima es la conocida frase “Lunes de Zapatero”. Es bueno recordar que las
fábricas de alpargatas aquí en Villa de Cura, de la cuales existían más
de una docena, acataban y respetaban la vieja tradición y concedían parada
a sus operarios el lunes de cada semana. Así como también los
restauradores independientes de calzado que trabajaban en la calle o en un zaguán..
Surgido de la fábrica de zapatos de un inmigrante proveniente de Italia que se
llamó Don Giuseppe Socco, de aquella vieja Villa de Cura de los
años 50 que ya se nos escapó, viene don Fulgencio Silva. “Don Fulge”
(como le decimos cariñosamente). De ser fabricante de calzado ahora cambió de
aire, pasó a sustituir suelas, tapitas, coser y aplicar betún para
resucitar calzados usados en un local de la calle Comercio. Ahora en su
nueva dirección en la urbanización Funda Villa donde los clientes le siguieron..
Fulgencio
un poco nostálgico nos ofrece su versión en relación con el significado de la
reconocida frase “Lunes de Zapatero”. Afirma que estos artesanos se
ocupaban los domingos del saneamiento del área de taller, remojaban y
preparaban la suela, aprovechaban para encerar el pabilo y afilar los aparejos
de corte y cosida; esto les daba derecho a librar el día lunes.
Eso se perdió –me dice
este catire- desde los años 80, la industrialización y proliferación de
tiendas de modas y líneas de calzados acabó con la vieja tradición de “Lunes de
Zapatero”..
No era nada raro que zapateros y
alpargateros utilizaran la prolongación del descanso semanal para la sana diversión,
como ir a bañar sus cuerpos a las corrientes de los riachuelos, y bien temprano el lunes se mudaban para “La quebrada
de Píritu”, un paraje silvestre que queda en la vía San Juan de los Morros,
donde pasaban todo el santo día. Se llevaban en una cesta la provisión
esencial para un hervido, pero muchas veces el mismo riachuelo y
San Rafael (el Santo pescador) les proveía de coporos, corronchos y palambras
para el fogón.
De repente cargaban con dos desplumados gallos de raza recolectados por
“Maestro Zurdo” Rojas, de aquellos que quedaban fuera de combate (el domingo)
en la gallera de Don Pio Silvestre Zapata en la calle Guárico; con estos
espueléricos preparaban un sancocho y al atardecer se retiraban, no sin
antes dejar todo limpio.
Ya no están en la vida, se marcharon casi todos con sus sonrisas a flor de labios aquellos
reconocidos alpargateros de La Villa que, conocieron el arte de divertirse con
poco dinero, supieron albergar y trasmitir amor y solidaridad. Se fajaban
duro el resto de la semana pero también vivieron los momentos exquisitos
que les brindaba el famoso “Lunes de Zapatero”.
Qué bueno que estuvieran para que nos pudieran deslizar tantos episodios,
anécdotas y peripecias aquellos que se ya se elevaron al cielo pero dejaron
huellas que no las borra el tiempo que fluye; entre aquella cuerdita de siempre recordamos a
Antonio Martínez Santaella, Alberto Pérez “El gato”;
Melquiades López “Casaguito”; Marcelino Blanco “El mono•;
Dimas Zambrano “El Chivo”; Emiliano Rojas “Maestro zurdo”; Rosendo Martínez “Roso el cochino”; Julio Criollo “El negro
criollo”; Pablo Rondón; Eduardo Rodríguez “Conejo”, Luis
Rojas, “Cabeza fresca” y Justo Ilarraza “Carehacha”, y otros que no tenemos en
la memoria. Vivían aún en La Villa, con sus pisadas, cargados de años, mis
buenos amigos Ernesto Rojas y Julián Rojas.
Buena parte de la humanidad se interesa por saber sobre aquellas cosas que han pasado en el tiempo y que no se borran de la memoria. La juventud de ahora se preocupa en saber el porqué de la
criollísima frase: citada, aunque la modernidad nos haya erosionado la vida.
Esa costumbre de no laborar los lunes ya se ha perdido con el tiempo. Uno a
veces cierra los ojos y se pone a pensar en aquella romería de familias enteras
que tenían la costumbre de salir sin peligro alguno, en autobús o
vehículos particulares, desde La Villa para el río Guárico, a pescar y a darse
unas cuantas zambullidas en aquellas pozas, desde que despuntaba la mañana
hasta que oscurecía el sol de la tarde.
Oscar Carrasquel, La Villa
de San Luis, julio 2022
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