Casa de familia Rodriguez, calle Paez con ductor Manzo
Por Oscar Carrasquel
A pesar de resistir la ausencia de sus antiguos moradores y por la implacabilidad del tiempo, todavía, tanto sus columnas de madera de puro corazón, como su techumbre de caña amarga y tejas la mantienen intacta, con vida, por la fila de bloques de cemento que ayudan a sostenerle. El inmueble ha recorrido unos cuantos años.
Cuando yo la conocí, la vetusta casa estaba en perfectas condiciones originaria. Nos anima escribir esta crónica sentimental por la sorpresa que nos causa su estado actual inusitado. La conocimos desde aquellos lejanos años en manos de su dueño, mejor dicho un vecino nuestro, catire. flaquito, llamado don Hermogenes Rodríguez. . El que lograba visitarla se encontraba con el trato amable y cariñoso de doña Carmen Narcisa de Rodriguez y de sus hijas.
Se trata de una casa de estilo arquitectónico antigua con sus amplios corredores aireados, y al frente un gallardo jardín cultivado de flores por su esposa doña Carmen que la mantenía bonita, con potes sembrado de matas como los helechos. Fíjense que aún su frente conserva la línea de zócalo azul y almagre en marcha por la larga pared. Sus ventanas de madera de balaustre visibles soportando sol y lluvia.
No había otro medio de empleo importante que el taller de carpintería y fábrica de fustes como el que existía al fondo del patio principal, en el cruce de la calle Páez con la calle doctor Manzo. Por la Manzo existe un portón de campo por dónde entraban los carros de mula que iban a cargar los fustes … A uno se le metía por los ojos y por los oídos el ruido de las sierra y el golpe del martillo en el yunque, que se oía por todas partes. Y además el hollín a madera que despedía la labranza de la madera. Y es que a poca distancia estaban una docena de artesanos en su consecuente y diaria labor.
El primero, don Hermógenes fajado en el taller. le acompañaba la lucha de sus hijos varones. El taller de manufactura tenía piso de tierra y árboles leñosos y frutales. Al pasar por el sitio usted veía en plena jornada al patrón junto con la huella imborrable del catire Luis Albert, el “mastro” Víctor Rojas Esáa, Félix González “el niño”; Antonio Ysaya “el mono” y don Miguel Ascanio. Nadie estaba pendiente de regalías.
Es lamentable el deterioro del pavimento de las calles de La Villa, también que en diversas esquinas y lugares del territorio villacurano existan casas en el olvido abandonadas; estamos dejando que a nombre de la modernidad, se le cambie el rostro histórico que identifica a nuestra querida ciudad. No resultaría extraño que en un futuro veamos estas casonas suplantada por un antipático monstruo de concreto de estilo moderno.
Sin embargo, podemos constatar que nuestros antepasados le pusieron marca filosófica de fábrica, por lo cual este bello sitio se seguirá llamando la esquina de la familia de don Hermógenes Rodríguez. Bastante elocuente la foto tomada por el lente de muestro amigo Ramón Alfredo Corniel.
Oscar Carrasquel La Villa de San Luis, Tricentenaria
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