En la Villa de Cura de mediados del siglo xx, todo el mundo sabía dónde le quedaba la pulpería de su preferencia, para adquirir los productos de la dieta diaria; casi siempre ubicada en la esquina de la cuadra en donde se vivía... En el centro, en cada barrio y sus adyacencias quedaron las huellas de esos establecimientos.
El pulpero y su dependiente eran hombres de pueblo, respetados, atendían con una impresionante gentileza a la gente de todas las edades que acudían a hacer sus compras de rigor a precios acordes con la época. Las bodegas eran como boticas, abrían de lunes a domingo y hasta en horas de la noche.
Se surtían en su totalidad de los grandes almacenes mayoristas, importadores, que hacían vida en La Villa y también de viajeros con arreos de mulas que llegaban del campo con productos agrícolas.
Las familias hacían su mercado para una semana o una quincena, se tenía una libreta de notas en donde el bodeguero nos anotaba el fiado. Recuerdo que los dueños llamaban al cliente “marchante" y viceversa. El fin de semana o quincena se presentaba el señor de la casa, o mandaba a la mujer con el dinero en la mano a saldar cuenta.
Nuestras madres y abuelas guardaban la libreta de Notas en una canasta guindada dentro de la cocina. El bodeguero era una persona que pasaba la vida entera sumergido en su negocio, con un horario agotador, pero siempre prestando un eficiente servicio a la comunidad.A los muchachos en vacaciones el bodeguero los aceptaba como aprendices.
El nombre de algunas bodegas, las más nombradas en la Villa de San Luis y sus dueños, lo obtuvimos de un ejercicio de memoria, y gracias al aporte de nuestros amigos René González, el de Javori, y José Tomás Hernández hijo del mayorista y bodeguero Falito Hernández.
Es tarea difícil mencionarlas a todas. En dicha búsqueda tenemos a mano algunas antiguas bodegas, por ejemplo “El Gran Detal” de Gerardo Breto, “La Loca” de Francisco Martínez, quizá uno de las últimas; “5 de Julio” Rafael Ortega, “Las Brisas” Carlos Lovera; “Régulo” de Régulo Ortega, “La Sapera”, le conocimos tres dueños, priinero Lope Esáa, luego Ángel Castillo y Emilio Lovera; “Bella Vista” Salomón Núñez; “El Sol” Miguel Hinojosa; ; “El Detal” Aníbal Hernández; “El Samán” Eusebio Colmenares; "La Tuya" de León Muñoz que tenía construida una gallera; bodega “El Barrio” en Aragüita de José Alejandro Martínez, “Sucre” Ignacio Borges, “La Abdemia” de José Tenería; “La Nueva Ola” o indistintamente " El Matapalo" de doña María Ovalles, y en el mismo derrotero bodega “Esther” de Heriberto Sumoza.
El muchacho de mandado de casa se llenaba de emoción cuando lo mandaban a la bodega "Sol y Sombra" de don Víctor León, frente al Grupo Escolar Arístides Rojas. Me acuerdo que dentro del Mercado Público de la plaza Miranda estaba "El centavo menos", propiedad de don Pedro Ramos,
Vayámonos pues para la Parroquia Las Mercedes, a pocos metros de La Iglesia "La Felicidad" de Máximo Carrasquel; después la tuvo don Abrahan Nieves; "La Reforma" de Rafael Colmenares; "El Salivazo" de Máximo López; "Las Mercedes" Pedro Martínez, "La Sirena" de Lucio Ontiveros, "La Perseverancia" de Evangelio González.
“La Rosa Blanca” fue fundada por don Carlos Almenar (el mismo de La Garita) en la calle Miranda. Y en la media cuadra de la calle Jaime Bosch, estaba la pulpería de don Carlos Emilio Quero, con un gran surtido de alpargatas a 1.50 el par. Así la compra fuera pequeña, el par de "tocayos" daban la ñapa en caramelos de papelón y uno salía contento. Por cierto, José Gregorio Valera junto con don Pablo Flores fundaron la bodega "El Descanso", a pocos metros de la casa del Santo Sepulcro,
Don Ramón Parra, iniciador de una dinastía musical, también tuvo pulpería al lado de lo que hoy llaman El Tinguaro. En la cuadra siguiente por el mismo camino funcionó bodega "La Alameda", propiedad de Aristides González, que fue tío de Oldman Botello..
"Juan Bimba" se llamó la bodega de don Federico Gutierrez, (calle Miranda cruce con doctor Morales) tenia como dependiente a su sobrino Jesús Gutierrez, quien al mismo tiempo ocupó el cargo de Comandante del Cuartel de Policía. La pesquisa nos llevó hasta la pulpería "La Muchachera" en la calle Padre Jiménez del charaleño Pedro Silva Méndez; y al norte de la calle Urdaneta bodega "La Coromoto", fundada por el legendario Pío Olivares. En uno de los barrios más importantes estaba bodega "La Represa" de José Tomás Hernández, atendida siempre por el maestro Serapio Alvarado.
Hace unos cuantos años estuvieron establecidas en la calle Comercio cerca de la Plaza Miranda, tres negocios cuyos nombres no recuerdo, las bodegas de hombres conocidos del alma colectiva: José Antonio Hernández, Nerio Hernández y Javier Mena. Otra pulpería icono de la calle Sucre fue la del señor Neptalí Cabrera.
El barrio Las Tablitas es un sector de una laboriosidad reconocida. La barriada era un potencial llena de pulperías, comenzando con bodega "Las Tablitas" de Julio Romero, a 50 metros estaba bodega "La Trinidad" fundada por Francisco Reina Osorio; "La Cuevita" de doña Cecilia Arias, "Santa Cecilia" de Cirilo Maury; "Altamira" de Alejandro Silvera ; "La Esperanza" de Manuel Flores. "La Fortuna" de Juan Elías Padrón, bodega "El Regreso" de Julián Martínez, "La Negra" de Pablo López. Al frente del cementerio se encuentra la bodega "San Martín" de Remigio Labastidas. Bodega "La Covacha" cuyo propietario hasta su fallecimiento fue don Juan Alejandro Nadal. quien simultáneamente fue miembro fundador del partido Acción Democrática, "el viejo partido".
Por considerarlo de interés en la década del 40 del siglo xx en una Parroquia de Caracas,, fue muy renombrada la "Bodega La Villacurana", fundada por el señor Ángel Castillo, de grato recuerdo, por haber sido una de los jugadores estrellas del San Luis BBC de Villa de Cura. Castillo vivió mucho tiempo en la capital.
En las bodegas de antes la ñapa tenía diversas maneras, a veces era un frasco de vidrio para cada cliente, en donde el pulpero iba depositando por cada compra granos de caraota o frijol, al llenarse, lo canjeaba por cualquier artículo, o en un bolívar. Pero cuando la cantidad de la venta era mayor, entregaba una pequeña cartulina numerada del 1 al 30, y por cada compra, el pulpero le abría una perforación con una piqueta. Al final, le obsequiaba un artículo comestible o un bolívar, depende.
Existía lo que se llamaba la ñapa relancina, para el muchacho de mandado, la cual consistía en tres cambures, o una porción de papelón y queso, lo cual nos dejó en la mente y en el alma momentos de felicidad. Recuerdo que con una locha se compraba una mano de 20 cambures maduros.
El pulpero de antes, en muchos casos utilizaba otros términos de medida y peso para comprar y vender: cuartilla, quintal, almud, fanega. El pulpero siempre andaba de buen humor contando anécdotas y chistes. Aquel era un hombre imposible de engañar, ni de ser engañado; para vender utilizaba un peso fiel de balanza, y para comprar un peso cochinero de resorte. En la zona de El Cortijo había una bodega grande con estas mismas características. En la época no existían aparatos para los sumandos, el bodeguero toda cuenta la sacaba mentalmente.
En la mayoría de estos negocios se podía encontrar, granos, papelón, queso llanero a cuatro bolívares el kilo; 0.25 de manteca vegetal, una envoltura de mantequilla de un real, maíz en concha a dos centavos el kilo, tubitos de sardina a un real, hilo elefante, tacos de linterna a 0.50; velas de cebo a centavo, leche klim a 2.50 la lata; huevos de a 0.25, kerosén dos centavos el litro. mantequilla Maracay a un bolívar; dos centavos de café y otros artículos de primera mano. Cuánto daría una ama de casa de hoy por conseguir estos precios.
Una lista para quince días en la bodega “Régulo” , la cual guardamos en papeles viejos, no pasaba de 43 bolívares de aquellos. A estas alturas ya casi no se ven pulperos viejos. Me lo recuerda Oswaldo Ortuño, el popular “verdura” en la bodega de Ortega . Recordamos que la bodega "Régulo" tenía en existencia, desde pastillas para el dolor de cabeza, hasta aceite para carros.
Por cierto, eran contados los pulperos que no daban fiado y ñapa, el cual adquiría fama de "pichirre"; ese tipo de comerciante andaba más solo que capilla sin santo, como dice la composición de Andrés Eloy Blanco.
Vivíamos con limitaciones economizas pero conformes; había excelentes marcas de productos, existía la interacción, hasta se llegaba a compartir la comida con el vecino, "vaya donde fulana que me regale una cabeza de ajo y un poquito de sal". !Ah!... Y en aquella Venezuela no faltaba en los solares del barrio, un marrano enchiquerado y animales de corral.
El fin de las bodegas, de la ñapá y el fiado, según opiniones diversas, tiene motivaciones diversas; la creación de grandes supermercados y abastos chino, la imposición del dolar, en ese mismo orden, los causantes en Venezuela.
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