Por Oscar Carrasquel
Humilde desde sus primeros años, dando la pelea toda su vida, cariñosa, llena de afectos para todos los que tuvimos la dicha de conocerla hasta que le llegó el ocaso...“ROSOTA” la llamaba todo el mundo en Villa de Cura, omitiendo su nombre de pila. El sobrenombre lo adquiere quizá por su corpulencia y su tamañote de casi un metro con ochenta centímetros (1,80). Yo la llegué a conocer, la entrevisté en su casa para la reseña en el periódico El Vigía. De aquellas mujeres trabajadoras de antes que buscaban y encontraban día tras día un oficio para ganarse la vida, para poder subsistir y huir de la pobreza.
ROSA CASTRO fue su verdadero nombre. La escuela que aprovechó fue el ejemplo y aprendizaje de su madre de adopción la villacurana doña Froila Salvatierra quien le dio lecciones de vida La precursora de la fabricación de los caramelos de papelón y dueña de sus inicios, quien era vecina de la calle Páez este , compartiendo las dos damas momentos de armonía y familiaridad. En este hogar hacía la muchacha todos los deberes de una casa mientras aprendía a fabricar el caramelo de papelón. Hace años habitó Rosa Castro una casona ubicada al final de la calle Bolívar en Villa de Cura, al lado de la Casa del Santo Sepulcro.
Recordar aquella Villa de Cura de calles cementadas, las casas con cercas de empalizadas de alambre gallinero y el cantío de gallos en la madrugada, o la algarabía de las chicharras en marzo; es recordar también a una golosina que en tiempos remotos fue dominio de nuestros paladares de muchacho y adolescente, la cual podríamos catalogar los villacuranos como el confite estrella de aquella época....Se trata nada menos que los llamados: “Caramelos de Papelón” que entonces se compraban en cualquier bodega, 8 unidades por un centavo. De niño cuando yo todavía era un "firifirito" el pulpero me entregaba a cuenta un puñado de estos caramelos a cambio de una postura de gallina de corral. No había bodega donde no los hubiera..Eran tan singulares que nos acompañaban a los paseos de río, al cine y las escuelas.
La fórmula para su elaboración fue un secreto bien guardado por la señora Froila Salvatierra, solo conocido por Rosa Castro, la muchacha de su mayor confianza, la cual no era su hija biológica, pero como si lo fuera, porque la crió y levantó desde meses de nacida.
La tradición identifica a este caramelo como una conserva cuya materia prima es el papelón criollo rallado. Tanto doña Froila Salvatierra como la señora Rosa Castro lo cocinaban en una olla con aleación de metal cobrizo, para que el caramelo adquiera un ligero sabor a ahumado, allí parece que existía lo oculto del asunto.
En la oportunidad de la entrevista pudimos percibir el fotógrafo José Seijas y quien escribe la nota, la manera cómo hacía ella sus exquisitos caramelos. En su elaboración se junta el papelón derretido con una mezcla de varias especies aromáticas, además de una porción de canela y clavo. Parece mentira, pero para matizarlo no debía de faltar una mínima cuota de ron añejo Gran Reserva. Para el que esté dispuesto a aprender.
Para que la mezcla no se pegue la tenía que remover constantemente utilizando un cucharón o una espátula de palo, mientras lo cocinaba en un fogón de leña. El humo hacía rueditas en el aire. El olfato era mejor que una prueba de laboratorio para saber cuando estaba lista la cocción, ya que el aroma del caramelo inundaba la atmósfera de la casa y llegaba hasta fondo de la calle Bolívar.
Cuando la mezcla medio endurecía los cortaba en forma de cuadritos con un cuchillo, y lo envolvía en pequeños trozos de papel blanco de pulpería. Lo mejor de todo es que eran unos caramelos melcochosos, de color oscuro, muy divertidos porque cuando uno se los llevaba a la boca disfrutaba su sabor masticándolos por varios minutos, sentía que se metían entre la encía y por la comisura de la dentadura. Y si los agarrabas con la mano entonces te lamías hasta los dedos...La casa de Rosa era muy visitada por gente que llegaba como en procesión,. sin necesidad de mapa, Incluso se llegó a comercializar en pueblos aledaños..
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No es que yo quiera hacerles un halago encarecido, sino pregúntenle a los mayores de aquella generación de mediados del siglo xx en La Villa, para que digan, cuál fue el mejor caramelo que haya probado en la vida. Era como beberse los soles de mediodía y las lunas de medianoche villacuranas convertidas en golosina. Rosa recibió condecoración del señor Alberto Roye Alcalde del Municipio Zamora..
No es que yo quiera hacerles un halago encarecido, sino pregúntenle a los mayores de aquella generación de mediados del siglo xx en La Villa, para que digan, cuál fue el mejor caramelo que haya probado en la vida. Era como beberse los soles de mediodía y las lunas de medianoche villacuranas convertidas en golosina. Rosa recibió condecoración del señor Alberto Roye Alcalde del Municipio Zamora..
Yo no estaba en La Villa, sin embargo se corrió la versión que la continuadora de este arte, la última que fabricó el famoso Caramelo de Papelón tuvo un final trágico, todo parece indicar que tenemos un tiempo predestinado en la vida. Uno quisiera nacer de nuevo para no tener que escuchar estas cosas; se dijo que por despojarla de un viejo televisor pantalla blanco y negro, uno de estos “hombres nuevos” que tanto se pregona acabó con los días de esta hacendosa mujer.
Hoy todo ha cambiado, se va lo bueno, nuestros pasos ya cansados saben que el tiempo se ha llevado nuestras tradiciones con sus rumores y silencios, los toros coleados ya no existen, y hasta se llevó la exquisitez de nuestros recordados y sabrosos caramelos de papelón que nos hicieron felices y que aun florece en la mente la de nuestras vivencias. Descanse en paz señora Rosa.
En la foto vemos a Rosa y otras personas homenajeadas con el alcalde Roye, ubicada ella en el segundo lugar de izquierda a derecha.
La foto de Rosa Castro en la cocina de Editorial Miranda
La foto en grupo es una cortesía de Lucy Hernandez, hija del Indio Mara, quien aparece en cuarto lugar de izquierda a derecha.
Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, 2019
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