Por Oscar Carrasquel
Nuestro modo de vida de antes era único, muy diferente como es ahora. PIRULÍ era un hombre común que nadie supo su verdadero nombre, nadie sabía de dónde llegó... Cuando hablamos de Pirulí, se trata de un sabroso caramelo artesanal de forma cónica con una paleta en el centro como una chupeta. Era el premio que el señor ruletero le daba como forma de pago a los niños y jóvenes que apostaban un centavo (cinco céntimos) por ganar en una ruleta con una fila de animalitos.
En los año 1948-50 en la vieja Villa de Cura llegaba en las fiestas patronales del pueblo, en Peregrinación y Semana Santa y se quedó entre nosotros. Salía temprano las tardes y se estacionaba en una esquina de la plaza Miranda diagonal con el mercado viejo. Siempre transportaba una mesa rustica, un mueble y una rueda que la hacía girar igual a las manecillas del reloj. Parecía hipnotizado sentado o de pie ... Mientras estaba parado junto a la mesa sacaba puñados de un bolso lleno de caramelos.
Para nada le molestaba que lo llamaran con cariño "Pirulí" o "pirilusero", mote que se fue haciendo familiar entre los pequeños y adultos.
Yo muchacho nunca le apartaba la vista de encima.. Tenía una clientela variada, sobretodo niños. Lo puedo resumir como un hombre ojos azules, barrigón, de andar pausado.. Unas trenzas de pelo le colgaban de la frente, y la camisa desabotonada cubriéndole en parte la panza. Tenía manos grandes y regordetas.
Empezaba su faena de esta manera: "el que levante pierde" y le daba vuelta y vuelta a una ruleta . Afianzado en esta divertida labor se ganaba el diario sustento...José Manuel Morgado se introdujo en su mundo de trabajo, me contó que se entretenía en la ruleta al salir de clase.
Quiero compartir con ustedes amables lectores un poema que es un espejo del personaje, salido de la pluma de nuestro amigo el poeta del pueblo José Manuel Morgado, seguidamente reproduzco sus estrofas.
Con su mesa-ruleta en la cabeza
y en la mano la silla,
Rumbo a la plaza, su figura obesa
es una viva estampa de mi Villa.
Su nombre entre la bruma
de los años pasados
de mi mente se esfuma
como el humo del tren sobre los prados.
Lo recuerdo: sentado, como un Buda
con su manaza regordeta y ruda
cansón, dándole vuelta a la ruleta
.
De ese tesón, con visos de desvelo,
a cambio de entregar en caramelos
lo que ella le marcaba,
Tan solo un centavo le quedaba.
Plantado en nuestra plaza, en una esquina
él le endulzó la vida a mucho niño
y mi pobreza a mí.
Así como él llamó a su golosina
Nosotros con amor y cariño Llamábamos a secas…Pirulí
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