Por Oscar
Carrasquel
La experiencia del tiempo vivido nos indica que
todos los sobrenombres tienen su historia, vienen del pueblo, son para hombres y mujeres. A Gibran, el poeta, lo llamaban "el sucio" por su color .. No hay a quien echarle la culpa. De nuestra
juventud rememoramos a la figura de “come vidrio” uno
de los personajes más curiosos que conoció aquella Villa de Cura de mediados
del siglo pasado. Algunos informantes afirman que su nombre era Fernando Medina, un hombre ingenuo del
pueblo. Para los años 50 tenía cerca de 25 años de edad.
Fernando efectuaba trabajos como ayudante de
albañilería y electricista, lógicamente no le permitían que cargara bombillos;
oficio al que le dedico la mayor parte de su vida. Cuando estaba libre se olvidaba de
la faena y se entregaba a la sana
diversión, cultivaba el hobby por los “bailes de arroz”.
Era mejor conocido con el sobrenombre de “come vidrio” y
también le decían “masca vidrio”. Al parecer era nacido entre una legión de alfareros a orilla del río Tucutunemo, concretamente vivía en la
Parroquia Las Mercedes.
El hombre se llevaba a la boca todo
lo que fuera de vidrio. Delante de la mirada de todo el mundo se mascaba un bombillo fluorescente, una copa de
vidrio, un vaso de su uso. En el botiquín de la esquina agarraba un par de vasos bocones y los trituraba en la dentadura, sin producirse
ni un solo rasguño; y detrás ingería un vaso de cerveza bien helada o cualquier
otra bebida. La gente quizá por ingenuidad pensaba que el hombre comía vidrio.
La acción la
repetía en cualquier sitio, por ejemplo, en los bares de La Alameda, reunido con un gran
número de parroquianos le servían la cerveza en vaso de cartón desechable.
Indagando, buscando evidencias, leemos en unos manuales de anatomía, que aquellos seres humanos que mastican vidrio, ameritan servicio y tratamiento de un especialista, sufren de una enfermedad que la ciencia médica denomina Hyalophagia.
Han pasado varias décadas y no hay en la villa otro caso similar, Quizás Fernando, sin saberlo, sufría de esa patología poco conocida. Poco a poco cayó en la aflicción de la vejez. Lo cierto es que. lo seguimos recordando afectuosamente por ese sobrenombre. Este distinguido caballero se fue al cielo sin cicatrices.
Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis,
Tricentenaria
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