Juego de Metras. Cuadro del pintor Carlos Martínez "Cejota"
corregido por laboratorio de Ramón Alfredo Corniel
Por
Oscar Carrasquel
Del juego
con metras se dice que, es el más longevo de la humanidad. Investigadores en Google afirman que se encontraron estas esferas en una fosa del Antiguo Egipto de hace 3000 años. La memoria es el archivo con que contamos, donde se preserva como en un chip muchas anécdotas y episodios lejanos relacionados con este juego.
Esta vez
les voy hablar sobre ese tradicional juego de nuestra niñez. La historia relata
que el juego con canicas lo trajeron a las costas venezolanas en la época de
la colonia. Este juego de nuestra niñez y juventud no tiene temporada fija,
como si tiene el trompo y el papagayo que se utiliza en Semana Santa; se juega metras durante todo el año.
Uno se instalaba a jugar metras en cualquier rincón; a la hora del recreo en la escuela primaria; cuando íbamos a llevar las arepas a la bodega; a la salida de clases, a la salida de la misa dominical. Al evocar la infancia, me
acuerdo que a mediados del siglo xx, solíamos jugar metras en el solar de la casa de doña Rosario de Lasaballet,
entre un grupo de varones que vivían en la cercanía, bajo la sombra de un enorme árbol. Recibíamos regaños porque la regla no permitía jugar hembras junto con varones.
Recordamos que el compañero Héctor Lombano el popular "Casunga", colocaba la cesta con las empanadas en la acera, y se ponía a jugar metras en la calle. Lo que hacía enfadar a la niña Josefita Pineda, quien batallaba haciendo las doradas empanadas en un tarantín, para que el muchacho las sacara a vender.
Cómo no recordar cuando vivíamos en la calle Urdaneta norte, conocimos a un
chaval que se radicó en la Villa en compañía de su
adorada madre, y con ese cariño natural que tenemos los villacuranos, los
compañeros le asignaron el mote de "chapita" (porque era muy hábil jugado chapita). Entre sus métodos agarraba tierrita y con tino le pegaba a la metra del contrario "uñita" y "volao", también existía "pepa y palmo" y "huequito”.
El joven se sabía
todas las picardías y triquiñuelas por eso nunca perdía. Era muy dificil ganarle...Cuando los
resultados no le eran favorables, entonces arrebataba, le pasaba la mano al "guache" o al "círculo", al mismo tiempo
que pronunciaba la palabra "huelga";
y en ocasiones utilizaba otra, "cotitumba". En el lance se apoderaba de las metras de todos los jugadores.. Los más pequeños quedábamos como en la cédula,
pensando que un reclamo podría convertirse en agresión.
El chaval se ufanaba de poseer un envase donde
viene la leche en polvo de cinco libras, llena hasta el tope de metras. Y para que no le
descubrieran, hundía la lata entre un hueco en el patio de la casa que
habitaba. Nadie, ni siquiera la madre se percataba de su pecado. Nunca pudieron regresar del fondo de la tierra.
Porque vamos dejando se ser niños les dimos de baja, nos olvidamos de ellas, le perdimos la ilusión a las metras. No se han dado cuenta que ahora las piñatas no llevan las pulidas esferas, .tampoco la reparten como souvenirs en una fiesta de cumpleaños.
Ahora tampoco vemos al muchacho cargando en la mochila escolar una malla con metras, ni jugando una partida en un recodo de la ruta . Cuando un niño comienza a tener sentido de pertenencia se le escucha decir: al regresar del colegio “Papi, viene mi cumpleaños, quiero que me regales un
celular o una Tablet con Internet”.. Nunca jamás se nombraron las cordiales metras con las cuales construimos nuestras primeras emociones.
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Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, Tricentenaria.
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