domingo, 12 de marzo de 2023

ME ACORDÉ DE GOLPE DE CELSO VALERA Y ME SUPO A TEMPLÓN.

  

           Petra Flores de Guerra y Ángel Guerra  preparando los "templones". Foto tomada por el señor Oscar Sánchez para  "El Potavoz de Aragua"

                                                             Por Oscar Carrasquel


En Villa de Cura tenemos gente laboriosa disponible para la elaboración de los ricos sabores de la dulcería criolla. De toda esa riqueza tenemos este  típico dulce que tiene tres nombres: templón, rúscano y aliado. Aquí solemos llamarlo "templón", es el nombre que se le da a este  popular dulce casero  de forma rectangular y color amarillo pálido, revolcado en harina de trigo, muy conocido por todos los paladares desde tiempos inmemorables.
Vale la pena pararse en Villa de Cura y probar la delicia de los dulces criollos que aquí se elaboran. El aroma por ejemplo del caramelo de papelón  se esparcía por todos los rincones. La originalidad del "templón" se le atribuye a una repostera de antaño de nombre Margarita Ríos, y otra de sus pioneras fue la señora Josefina Valera. El legado gastronómico lo continuó una pareja que los elabora, se trata de un joven venido de la región de Apure, natural de  Elorza, llamado Ángel Guerra y su esposa la villacurana Petra Flores de Guerra, residenciados al lado de una pulpería tradicional situada en la calle Leopoldo Tosta, un hogar muy frecuentados por los buscadores de los "templones" que los encargan.

¿Cuántos recuerdos juntos nos  trajo  a  la memoria gustativa el señor Celso Valera? Un hombre  de una movilidad comercial sorprendente. Él era el vendedor  a pregón del típico "templón". Se trata de uno de esos sencillos y particulares personajes de la Villa de San Luís, nacido en el sector Campo Alegre,  un paraje solitario en donde  antes corrían libremente los arroyos, ubicado a la orilla de la carretera hacia San Juan de los Morros.  En la época que  conocimos a Valera vivía en el sector La Represa donde fue criado, cosechó y conserva muchas amistades.

Desde que la mañana abre su claridad, en las tardes, o en pleno mediodía, cuando los rayos de sol parecían meterse  dentro de los ojos, era frecuente el desplazamiento por todas partes de este señor, con un azafate de madera sobre el hombro derecho.  No llevaba otra cosa que una camada de "templones" recién salidos del fogón, voceando por  las calles de la ciudad a todo gañote la venta de ese confite. 

                       ¡Teeemplón…Teeemplón…Teemplón…!

Su labor diaria era salir a la calle hasta tres veces por día, así  veíamos pasar a este caballero con su estridente pregón a flor de labios, y la muchachada de juegos en la calle o que salían de las escuelas a encontrarlo para adquirirlos como merienda por el precio de un real, o sea o50, de los de antes de la devaluación.

Quiero que tomemos en cuenta que, en los primeros años de la década del cincuenta este confite tuvo su momento de esplendor en la vecindad del barrio Las Tablitas. La cocinera  del rúscano era doña Raimunda Esáa de Nieves, una matrona  capaz de animar los paladares poniendo a la venta  una variedad de dulces, los fines de semana y también en tiempos Peregrinación y Semana Santa. 

Como lo han explicado sus fabricantes este popular dulce se obtiene  de apilar y mezclar una  combinación de azúcar blanca o morena  con harina de trigo, esencia de vainilla y se le agrega la materia prima que es el tuétano de pata de ganado, y luego se le da cocción hasta que llega a su punto, Es de consistencia gelatinosa este delicioso postre de la cocina venezolana.

Celso Valera. foto archivo Ramón Alfredo Corniel

Lo cierto es  que en La Villa nunca vimos a don Celso desarrollar un trabajo diferente. Desde que era un adolescente hasta que fue un hombre formado se dedicó a la venta ambulante de este tradicional dulce criollo con una elocuencia verbal que todavía resuena en nuestros oídos.

A don Celso Valera lo conocimos como  un hombre trabajador, amigable, serio que lo distribuía en el comercio minorista, por las calles y plazas públicas; tan pronto salía la gente  le dejaban vacío el canasto, y entonces se retiraba a buscar otro viaje.

Es un orgullo que se produzca en Villa de Cura este exquisito dulce, aunque teniendo nuevas dimensiones en su precio, lo vende al pregón en el mercado de la Coromoto un señor gordo bien arreglado con una bandeja tapada descansando en el brazo, a quien se le escucha desde la madrugada, en ambos extremos del mercado, se le oye el leco sonoro  de “Llevo templón de tuétano de ganado”.

 

Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis 

 

 

 

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