Rafael Almeida "Petit" un personaje que se sembró en el corazón de la villacuranos
Por Oscar Carrasquel
El rostro de una persona cambia con el tiempo, es como la fisonomía de los pueblos que cambia con el ritmo de los años. Todo en la vida evoluciona y la edad no escapa de esa premisa, con sus altibajos, sus subidas y bajadas, y a veces con sus tormentas. Hace días me había propuesto yo el afán de hacerles llegar una pequeña crónica sobre la vida de Rafael Almeida Quiroz “Petit”, y hoy por fin pudimos concertar la conversa.
Para quien no le conoce su rostro serio lo hace aparecer mal humorado, pero es todo lo contrario, un hombre cordialìsimo y amable que no cambia por nada el culto de la amistad. Basta conocerlo o conversar un rato con él para comprobarlo. Su mirada languidece detrás de unos blancos espejuelos, con una cabellera medio canosa, y anda en la casa con un bastòn de empuñadura.
Almeida, es un hombre de larga experiencia, cuando joven era el símbolo del hombre serio, bien apuesto y cuidadoso al vestir. Fue un hombre que abrazò desde muy joven el arte musical. En su vida algunas cosas se le presentaron por su paciencia, otras -asegura- fueron por casualidad de forma fortuita. De la historia musical villacurana de una época es cuantioso lo que nos tiene que contar y ese precisamente es nuestro propósito.
Sobre el remoquete sonoro de “Petit" como siempre lo nombran artísticamente, cuenta que se lo arriman los músicos de la orquesta entre risas y echaduras de broma, quizá por su baja estatura.. "Interpretaron aquellos compañeros de lenguas encendidas de comparaciones, que Rafael Almeida era “más bajo que el mismo Bajo”. Ya casi nadie lo llama por su nombre sino por "Petit".
“Petit” casi forma parte de nuestro patrimonio viviente para que quede su nombre en la historia musical villacurana. Bajista y bongocero autodidacta, bajo y batería siempre van juntos. Más de una vez lo vimos en los años 60 sobre una tarima agarrar el Bajo por el cuello y tocarlo con destreza con su mano maestra. El profesor Germán Cordero Padròn fue su gran amigo, maestro y consejero. Me confiesa con melancolía, y quizás tenga que darle la razón, que la modernidad y los sonidos electrónicos casi acabaron con el retumbo del tradicional Bajo que es la columna dorsal de una orquesta, ese instrumento obeso de gran tamaño, nos dice, por esa eventualidad y también por el avance de los años prefirió retirarse voluntariamente.
Nunca dejaba escapar oportunidades para la música. Por intuición, porque casi no tuvo escuela, aprendió el lenguaje del contrabajo y los cueros, y a descifrar el sonido de los instrumentos de una orquesta, y por enseñanzas practicas de connotados maestros como Germán Cordero Padrón y don Víctor Ángel Hernández.
Rafael Almeida Quiroz, luchador incansable en la vida, abnegado secretario detrás de un escritorio en el Registro Público de Villa de Cura. No fueron días ni meses, sino cuatro décadas; eso sí, siempre estricto en su días y horas de entrada y salida a su faena. Sin embargo ya del hogar paterno traía la tesis de que la palabra empeñada tenía mucha más fuerza que un documento escrito y una firma.
Las bancas, patios y salones de la Escuela Artesanal de Artes y Oficios que funcionó en la calle Real o Bolívar, fue su inicial fuente de trabajo como obrero de mantenimiento o bedel .Allí tuvo la oportunidad de conocer a grandes maestros y maestras de la enseñanza. En la Villa en esa època no existía liceo.
Lo vimos pisar y repisar estos espacios de su Villa natal desde el esplendor de su juventud, ahora éstas calles están mustias, solas y extrañadas de tocadores de guitarras y de trovadores noctámbulos. Ya no están esos juglares como Chingolo, Pedro Ezequiel, Vinicio Jaen Landa, José Pérez, Martín González y José Linero, con sus amenas serenatas y cancioneros . Parece que se fugaron por los aires debajo de las alas de un pájaro cantor.
En la Villa y otros pueblos del centro y del llano dejó la huella de su arte musical en tremendas orquesta bailables como en la famosa orquesta “Siboney”, en sus dos ediciones, y en la banda “Juan de Landaeta”, fundada y dirigida por el genio musical de don Víctor Ángel Hernández. "Petit" animó como integrante de esas orquestas infinidad de eventos bailables en el salón de fiestas de Los Baños Termales de la capital guariqueña; y el tradicional Club Militar Los Cocos de San Juan de los Morros, celebres los bailes de gala en el Club Social de La Villa, y el centro del país. Como olvidar las veladas, los desfiles cívicos y retretas en días de fiestas en su pueblo. Estuvo presente tocando cuando las viejas campanas de la Iglesia San Luis repicaban de alegría, animando las fiestas patronales de su pueblo y de casi todo el llano central.
Me dijo , henchido de orgullo , que en este círculo musical conoció y se hizo amigo del conocido artista y compositor de Barbacoas don Simón Díaz, y también del famoso bolerista Leo Rodríguez, su compadre de sacramento. Estas dos grandes figuras de la canción integraron orquestas donde "Petit" participó como bajista.
De otros músicos en orquestas populares recuerda sus antiguos acompañantes en la orquesta, entre ellos habla muy bien de su mentor el maestro Germán Cordero Padrón, le siguen Eduviges Estrada, Domingo Esaá, Manuel Luna, Agustín Muñoz, Chucho Bustamante, Humberto Bustamante, José Del Valle Bustamante, Rafael Garaicoechea, Carlos Torres, José Torrealba, Eladio Lovera, Pedro Flores, Pedro Ramírez y Gerámel Meléndez; Los cuales son como un patrimonio musical de los villacuranos.
En su recuerdo están respetables y talentosos cantantes villacuranos como Víctor Córdova, Raúl Agraz y Armando Corniel .-Excelentes estos cantantes… Una vez que tocábamos un baile compartiendo tribuna con la Billo’s Caracas Boys en el Club Social, el maestro Billo Frómeta se quedó abismado oyendo cantar a Víctor Córdova y a Raùl Agraz.En esa oportunidad fueron invitados por el conocido maestro a cantar en un set de la famosa orquesta caraqueña.
Parte fundamental de su vida son sus dos hijas, Nilda del Valle y Lisbeth Amalia, un par de lamparitas que resplandecen su vida, un presente de Dios, producto del matrimonio con doña María Dolores Montes de Almeida, ya fallecida. Una y otra levantaron la bandera del estudio. También esenciales en la casa que hoy habita con su padre en la calle doctor Manzo, entre Páez y Comercio. Dispuestas siempre las jóvenes a ofrecer amablemente atención y una tacita de café hirviente a sus amigos.
Almeida, a veces se convierte en prisionero de sus recuerdos y emociones. En muchas ocasiones la soledad le sale de los rincones como si fuera un fantasma y recorre con ella a cuestas los espacios de la casa; pero la mayoría de las veces logra deshacerse de estos sufrimientos, celebrando otras cosas maravillosas que ofrece la vida, como la música grabada y la lectura de libros que descansan en los peldaños de su pequeña biblioteca.
Yo cuando muchacho conocí esta casa solariega, era agachadita, de pared de bahareque, de horconadura y de techos rojo, ahora se encuentra modernizada. Recuerdo una vez que estuvimos bajo esos aleros. En las páginas del quincenario “El Vigía” con José Seijas, nos pusimos con "Petit" a reconstruir vivencias, en un intento de remozar tantos recuerdos de su vida, como viajeros que se pierden, y que van con sus pañuelos repartiendo adioses.
Rafael Almeida no deja de hablar de su infancia, y ahora de su vejez, tranquilo dice que cuando llegue el día y la hora está listo y dispuesto sin ningún temor, para cruzar brazo a brazo las aguas de otros mares lejanos. Sus pasos ya no van solos, necesita de la ayuda de un solidario bastón. Fuimos a parar a su cuarto dormitorio donde conserva varios libros y manuscritos, y adosado a una pared, al lado en las puertas de un escaparate, reposa en silencio un poema que nos obligó a leer, que le brindó la inteligencia del reconocido poeta villacurano, su amigo J. M. Morgado.
Ahora, Almeida se aproxima a los 83 años de edad, camina lento, habla pausado, se mueve poco a poco, como las agujas de un viejo reloj, pero cuando se arrellana en una silla a conversar con uno, lo hace sabroso, con voz fuerte sin detener la conversa. Tiene la memoria todavía fresca, suelta las palabras como quien lanza un papagayo o avioncitos de papel al viento; algunas veces se le pierden las palabras, pero de inmediato las recobra y las clava en la memoria. Ahora se le nota en su cara y su cuerpo las huellas del tiempo, la rigurosidad de las enfermedades y sus frecuentes crisis de desasosiego que hicieron cansino su cuerpo.
Como todo cristiano que habita este terruño, no deja de lamentarse porque ahora no se consiguen fácilmente, como antes, las pastillas para la tensión, ni alcanza la pensión del Seguro Social para adquirirlas; entonces para la supervivencia no le queda otra que utilizar la medicina de Dios. Gracias a ese Señor que mora los cielos y a su divina protección su corazón palpita.
Rafael Almeida “Petit”, intérprete del Bajo, timbales y tumbadora o conga
Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, 13 febrero de 2017
- En la madrugada de un día 4 de agosto de 2017, en la tierra que lo vio nacer, dejò de existir este gran músico, se nos marchò el amigo Rafael Almeida "Petit" envuelto en una caja de madera parecida a los contornos del Bajo, su instrumento musical, a beberse los soles y la lunas de otros lejanos cielos. Dios lo tenga en la Gloria.
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