Por Oscar Carrasquel
Don Dámaso Toledo fue un ser verdadero, un pedazo de pan como para nunca olvidar. Feliz Día del Músico maestro, donde quiera que te encuentres. Todo un personaje popular, músico de guitarra y juglar del pueblo, que cantó con verdadero amor y sentimiento. Le encantaba una serenata, divertirse a sus anchas a la luz de la luna y las estrellas Muchos, seguramente lo recuerdan.
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De ti amigo tenemos algunas cosas que contar.. Genial con una guitarra grande en las manos. La cuidaba, le daba caricias y la tocaba muy bien, aunado a ello, tenía una fuerte y melodiosa voz para el canto. La vida con todos sus laberintos no le fue fácil.
Panadero laborioso desde su adolescencia su especialidad laboral. Le ponía empeño a su trabajo, se levantaba todas las madrugadas a ejercer su oficio. Aprendió la técnica de elaborar dulces, a hacer tortas para cualquier ocasión. . La villa era entonces más pequeña. Dámaso era nativo del llano, pero recorría a pie la ciudad, se conocía su perímetro urbano y las barriadas aledañas que se estiran en sus orillas.
Cualquier día era bueno para desplazarse por los bares, unido a su inseparable guitarra debajo del brazo. Tapaba su abundante cabellera con un sombrero de charro, su bien sacado bigote, inspirado en el actor mexicano Pedro Infante.. Uno, pasaba frente a cantina, oía desde la acera una placentera canción y una guitarra, y sabía que allí estaba don Dámaso Toledo, entregado a su pasión.
En su rico repertorio había de todas esas canciones que que se anidan en el alma, un bolero, un pasillo de Olimpo Cárdenas, o una ranchera de Vicente Fernández que le fascinaba "Por si no te vuelvo a ver", Las canciones las volvía poesía, pero otras, en puñales que remueven viejas heridas, pero también cantaba aquellas que sirven para apaciguar un largo tormento.
Apenas llegaba la tarde del viernes se instalaba en el bar La Garitar; lo primero en decir en tono bajo es que no le hablaran de trabajo, "de esas pendejadas", que por favor silenciara un momento la música de rokola. Colocaba un pie sobre un taburete, la guitarra sobre la pierna derecha, apoyada de la barbilla, y de su voz comenzaban a brotar melodías de todo genero. . A todos sabía llegar con su simpatía y bonitas canciones.
El grupo le comenzaba arrimar tragos, uno tras otro, y al final de cada interpretación venían los aplausos y vítores. El hombre no cansaba ni aburrían.
Aficionado a la nocturnidad, se comenzaba a oír su voz que resonaba cn la calle Jaime Bosch , donde no se oía otra cosa, sino el eco de sus canciones, que junto al sonido de un requinto penetraba por las ventanales con el soplido de la brisa nocturnal.
De pronto, ya paloteado, le provocaba dar una vuelta por el centro de la ciudad, Finalmente hacía una parada en el Bar "La Astorga" en la avenida Lisandro Hernández, con su guitarra agarrada por el diapasón para echarse el del "estribo"; después continuaba despacito, como agua que corre por un manantial, para su casita ubicada en el barrio El Rincón.
Unos de nuestros queridos amigos que cogieron el camino de la eternidad primero, me dijeron que lo habían visto que andaba ahogando de exquisitas canciones y dando serenatas por la calles del cielo. No he vuelto a ver a don Dámaso Toledo en mucho tiempo. Debe ser por eso que, a veces, en el silencio de una media noche, yo también sigo preguntando: ¡DÓNDE ANDARÁ DON DÁMASO TOLEDO!
Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, enero de 2019
FOTO. Cortesía de Editorial Miranda
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