martes, 4 de enero de 2022

DON JOSÉ FAORO EN SAN FERNANDO APURE

 

             
 DON JOSÉ FAORO EN SAN FERNANDO DE APURE


                                                                     Por Oscar Carrasquel


Era yo muy joven, más que un adolescente,  cuando estuve por razones de trabajo, durante siete años residenciado  allá en San Fernando de Apure, para aquella época lejana una ciudad pequeña de vida tranquila y pueblerina, hospitalaria y bastante sana.

Me dispongo a contar  una de esas tardes sanfernandinas cuando visité  la JOYERÍA FAORO. La visité con una sensación de asombro a  buscar dos piedrecitas de cabeza de corvina incrustadas en oro, encargadas por mi papá, convertidas en un par de zarcillos  para regalar a una de sus nietas; y aquella coyuntura me dio oportunidad de ser atendido por don José Faoro, su propietario… Así  fue mi único y efímero encuentro con aquel musiú de camisa manga larga abrochada hasta el cuello, tratable y amante de su trabajo. De manera que el conocimiento de él no fue de mucho tiempo, pero a través de la crónica y testimonios orales de amigos, como llanero cabalgando en la sabana, poco a poco le fui siguiendo la huella a la vida de este europeo enamorado del llano, quien supo recorrer y querer a la tierra apureña y orinoqueña, palmo a palmo y de rincón a rincón.

Los encargados de describir la historia afirman que don Giuseppe Faoro fue un inmigrante italiano nacido a finales del siglo XIX, flaco, pequeño, rubio, de ojos azulinos, era aún joven con una gran vitalidad cuando llegó a Venezuela, natural de la provincia de Brescia, situada al norte de la región de Lombardía, de cuya ciudad partió un día, y sin que estuviera en sus planes fue a detener su periplo a la ciudad de San Fernando de Apure,  corrían entonces las primeras décadas del siglo XX. Se tendría que agregar que la patria de cada ciudadano es el pedazo de tierra donde se vive,  trabaja para la vida y también para la muerte.

En la capital apureña fue bien recibido y nunca más  sintió atracción para regresar a su tierra. Llegó sin mucha experiencia a trabajar por primera vez en la joyería del italiano Antonio D`Anello. En esta ciudad conoció también y contrajo nupcias con una muchacha trigueña natural de San Fernando de Apure de nombre Ángela Filomena Estévez;  proveniente de los Estévez de Calabozo, estado Guárico, familia del músico, compositor y director de orquestas don Antonio Estévez, con quien compartió vida hasta que la muerte los separó.. La muerte de Faoro acaeció  en la capital apureña el 9 de julio de 1972. Dicen que el matrimonio no tuvo descendencia pero adoptó una prole de muchachos, entre hembras y varones, que conformaron un hermoso y unificado grupo familiar. 

Don Josè Faoro, como era conocido en todo el territorio apureño, fue un hombre que amaba la flora, la fauna y toda la naturaleza para sentirse bien consigo mismo; hablaba con facilidad de las propiedades de la flora venezolana, esto lo indujo a utilizar las plantas selváticas para curar y aliviar enfermedades y afirmaba que las hojas de los árboles de esta región sirven para curar a los pueblos.

Anhelando don FAORO en hacer cosas diferentes fue apasionado de la crianza de animales silvestres y de la fauna acuática, los cuales con frecuencia le traían los llaneros y los indios de regalo. En su casa habitaban aves cantoras, peces de diferentes especies, tortugas, galápagos, váquiros, chigüires, y otros animales del agua y el monte. Adquiría cantidades de pieles de caimán disecadas y plumas para revenderlas posteriormente a casa de los Hermanos Barbarito y Cia en San Fernando.

La historia tiene su génesis cuando le regalaron al musiú un saurio de tres días de nacido. Crió la especie desde que era bebé, un pichón de caimán proveniente de las aguas  del río Orinoco.  

Con el correr del tiempo el saurio fue creciendo dócil y disciplinado. Su mansedumbre era tan singular que los muchachos de la casa jugaban y se le encaramaban para que los paseara. En edad en edad adulta dicen que  unos 3,50  metros de longitud, y las hembras alcanzan  un máximo de 4 metros, con un peso aproximado de 200 a 250 kilogramos. Dicen  las crónicas que lo alimentaban de pollo o de carne de res. Al parecer rechazaba la dieta piscívora. Fue domesticado por el ofebre y su esposa en un acuario en la casa. En la misma casa  funcionó su famosa y reconocida JOYERÍA FAORO,  situada a media cuadra del   llamado Palacio Fonsesquero, por la calle 24 de julio de la capital apureña. 

Escriben los cronistas que el orfebre elaboró con mucha curiosidad unas conchas en oro y se las incrustó al caimán en dos de sus colmillos, los cuales    mostraba  cada vez que abría sus grandes fauces. "Al principio se creyó que era macho, pero tras estudios realizados resultó  ser hembra y don José que la consintió  extremadamente y la cuidaba tanto le puso el cariñoso nombre de “La Negra”.

Desde pequeña la acostumbró a arrastrar su fornido cuerpo por todos los cuartos y corredores de la casa. Incluso, aseguran que aprendió a subirse a su cama y dormía la siesta con su amo y "muchas veces se echaba horas y horas en la cama junto a la pareja". Muy obediente el animal, atendía con un silbido  y con un gesto de los brazos de su dueño. Cuando “La Negra” no estaba flotando como una gran mancha en un estanque de aguas mansas construido atrás en el patio de la casa, se pasaba horas y horas al lado de su patrón en el negocio de joyería en reposo aparente. 

Se afirma que un destacado veterinario amigo íntimo de la familia mantuvo la salud plena de la caimana durante 68 años que vivió la atractiva y hermosa mascota. Alcanzó a ser atracción de niños y adultos y de personajes importantes que visitaban la ciudad en calidad de turistas. Existen evidencias que el presidente Raúl Leoni junto con el gobernador don Ricardo Montilla llegó de visita a esta casa para admirar el enorme animal, seguramente acompañado de su familia y comitiva. 

Así como también aprovecharon de  fotografiarse al lado de la caimana muchas personalidades vinculadas a la farándula venezolana, entre los que se recuerdan a Susana Duijm,  Miss Mundo, y el tío Simón Díaz. El Saurio aparece en el rodaje de la película venezolana “Séptimo Paraíso”, en la cual participó la reconocida actriz y reina de belleza  Susana Duijm. 

Aunque don José Faoro era un hombre tratable y cordial que se bebió la infinitud de la llanura, también fue un individuo de carácter taciturno, delicado; es sabido que nunca permitió exhibirla, ni tomarle películas, ni fotografiarla con fines comerciales, y así mantuvo la familia la tradición. 

Llegó el día de  la fatalidad por la muerte repentina de su amo, para quedar en el más absoluto mutismo y fue cuando para sorpresa de la familia, comparable con un ser humano que de alguna manera busca disipar una gran tribulación, dicen que "la caimana no dormía y  tampoco quiso probar más comida por unos meses".

En la indagación nos topamos con una reseña periodística del escritor  Manuel Abrizo y con recopilación  de  E. C. Cañizales en un encarte del periódico Ultima Hora de Acarigua de febrero de 2001, en cuyas páginas colaboramos en algunas ediciones, donde entre otros detalles se recoge  un testimonio de doña Ángela Estévez, viuda de Faoro, por cierto ya fallecida hace aproximadamente 10 años. La histórica  declaración que se le atribuye es la siguiente:

“Al ingresar el ataúd a la sala con los restos de Faoro, la caimana pasó inmediatamente al salón donde se llevaba cabo el velatorio y Hernán Falcón, sobrino de doña Ángela, al ver que La Negra se dirigía hacia ellos, ordenó colocar la urna en el piso y la caimana dio un impresionante salto y se encaramó encima del cadáver. Todos los presentes entre los cuales se encontraba dos personalidades apureños: don Pedro Salas y don Eduardo Hernández  lloraban sin poder dominar los sentimientos de dolor. Niños y adultos presente no podían contener su llanto. Hubo que esperar horas y dejarla quieta hasta que ella decidió bajarse por su propia cuenta”.

El 27 de febrero de 1989 día del “Caracazo” murió LA NEGRA víctima de un infarto. Hoy puede admirarse completamente disecado su robusto y aplanado cuerpo dentro de una vitrina de museo, donde se exhibe como si estuviera viva en la vieja mansión  de un sobrino de la familia Faoro en San Fernando de Apure, para perpetuar el cuerpo del animal en la memoria colectiva del presente. 

No vacilamos explicar a las jóvenes generaciones, especialmente a los niños, que los animales sienten como seres vivos que son, no se le debe maltratar ni hacerles daño intencionadamente; igual queda demostrado con este humilde articulo que por muy feroces que se comporten en su hábitat natural, algunas especies pueden ser domesticadas y convivir de manera natural con los seres humanos.


La Villa de San Luis, enero 2018



Texto: OSCAR CARRASQUEL

Fuentes consultadas:

Manuel Abrizo (Escritor y Periodista)
J. E. Carrasquel (testimonio oral)
Prof. Oldman Botello (Periodista e Historiador)
Suplemento HOY, diario Ultima Hora (Acarigua-Araure)



  



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