viernes, 4 de febrero de 2022

URBANO PADILLA TALABARTERO DE LA VIEJA GUARDIA MAESTRO DE LAS NUEVAS GENERACIONES

 


 URBANO PADILLA TALABARTERO DE LA VIEJA GUARDIA MAESTRO DE LAS NUEVAS GENERACIONES

Por Oscar Cattasquel
                                                                                            

Dentro de la humanidad de este gran caballero que responde al  nombre de Urbano Padilla se encuentra uno de los personajes más populares que tiene  el sector de Las Tablitas  de Villa de Cura. En este recorrido brindaremos por la ciudad en su tricentenario colmada de sus pisadas. ¿Quien no conoce en el barrio a este señor con tantas peripecias en su vida llana? Conocido  por ser un viejo habitante de la barriada y con una rica experiencia como  artesano de la industria talabartera.

En efecto, hoy lo invitamos a la crónica para reconocerlo como artesano Talabartero, buen  padre de familia, conocedor de muchos caminos y encrucijadas de la vida. Más de medio siglo dedicado a la industria talabartera en Villa de Cura no es cualquier cosa,. además de ser un humorista natural de rápida improvisación y de muchas ocurrencias. Tiene un buen repertorio de anécdotas de su juventud, y las cuenta tan sabroso que uno no quiere cambiar la conversa, conocido por todos simplemente como “Urbano", su primer nombre. Hombre modesto y tratable. A veces se desaparecía como el Capitán Maravilla pero volvía envuelto con la brisa a su viejo terruño villacurano.

La pura verdad es que nos volvimos a encontrar con él un madrugón  de esos de fin de semana, atolondrados, metidos en una larga cola para entrar a un mercado a comparar harina. Su trato siempre es afectuoso, su corazón abierto  y una achinada sonrisa que siempre dibuja su rostro, son tan amplios y lleno de regocijo como  aquella vieja  Alameda que recorrió muchas veces en su juventud, con sus casas de techos rojos,  tarantines y bares, donde se paseaban alegremente las mabileras.

Del maestro Urbano Padilla guardamos un cúmulo de buenos encuentros y recuerdos. Algunas veces en nuestra tertulia aprovechamos para pasearnos por las vivencias del tiempo pasado, mientras saboreamos juntos un cafecito negro, cuando salimos a las acostumbradas caminatas matutinas, o, nos encontramos en las conversas tan frecuentes en la plaza Bolívar..

En Villa de Cura nació un 05 de diciembre de 1947. Acaba de cumplir en 2017; 70 años de edad, hijo natural de Manuel Isidoro Hernández y María Padilla. Su vida de soltero finaliza el año 1971 cuando conoce, se enamora y junta su vida   con doña Gladys Custodia Oliveros, de cuya unión nacieron dos retoños: Jairo Antonio Padilla Oliveros y Deyanira Padilla Oliveros.
Aquellos días cuando decide  juntar vida con doña Gladys Oliveros se acabó la guachafita, fue la meta de aquella vida de soltero. Ya no podía rendir tributo al dios Baco. Cuando era soltero se le conoció como bebedor en la barra del bar El Samán, bohemio y serenatero. Peleón a puño limpio para hacerse respetar en el barrio Las Tablitas y su entorno. Buscador de diversiones y nochiernago. Claro, después dejó de hacerlo. Su vida no ha sido del todo fácil. Con el tiempo nunca más se le vio en otra cosa que no fuera fajarse duro cada día, rompiéndose el espinazo, dando la batalla, sudado de cansancio en una banca de trabajo de una talabartería para forjar una hermosa familia.

Urbano en la década del setenta, fuera de la rutina, acostumbraba irse a Caracas los fines de semana.. Me contó que allá en la capital se dedicó un tiempo al deporte del boxeo, por tanto conoció muchas de sus secuencias y detalles. En la capital tuvo una apasionante experiencia. Cuando eso  se dedicó junto con su compañero de viaje su contemporáneo Luis Navas a servir como sparring  en el ring del Nuevo Circo de Caracas. Cuenta que se se fajó en estos menesteres con peleadores reconocidos de la época; de este modo pudo cruzar guantes y conocer las habilidades  de unos púgiles ranqueados como Luis Vallejo, Pedro Gómez, Cruz Marcano y el Toro Paiva. Por cada sesión se ganaba veinte bolívares que entonces  era un realero. Alcanzaba para pagar la pensión, comer y beber. El público del Nuevo Circo de Caracas se prendó de su canto, una tarde le oyó interpretar el pasodoble "César Girón".

Urbano en otros tiempos sobresalía cantando, fue muy amigo de las serenatas, de interpretar tangos de Carlitos Gardel acompañado de guitarra y amante de otras canciones del repertorio de Julio Jaramillo y Olimpo Cárdenas; tiene una voz maravillosa. Ciertamente, comprobamos que tiene voz de tenor, todavía  es agradable oírlo cantar canciones  rancheras y pasodobles, igual  como lo hacen sus ídolos en las películas mexicanas..  Con el actor Pedro Infante se cansó de echarse los tragos y cantar a dúo en la pata de una rokola en el ambiente del botiquín de Rafaelito Mogollón y su mujer la simpática "Gorda"  Marìa Yusti, acá en el recodo de nuestra siempre recordada  Alameda, una taguara que estuvo ubicada en el cruce del callejón 2 con la calle Comercio. El silencio de los callejones en las noches era monótono.  

Nos manifestó que cuando contaba doce años de edad fue que  tuvo su primer encuentro formal con un empleo, se integra a la nómina al personal de la famosa Talabartería Venezuela, fundada por el señor Reinaldo Silvera en Villa de Cura, allí comienza su vida de trabajo haciendo correas,  roseticas, guruperas y cabezadas. Cuando eso estaba en pleno apogeo el famoso Grupo Silvera; aquello fue como su escuela primaria de labor. Lo más importante en todo caso, es que  allí  permaneció dentro en esta "universidad" que lo vio crecer, a donde se paseó por  el arte de la talabartería y se convirtió con el tiempo en un maestro en el oficio,  produciendo sillas completas de todas clases para montar a caballo. 

Urbano Padilla sabe lo que es una buena montura y sus aperos; cómo no lo iba a saber, si desempeñó durante más de 50  años el oficio, y las pudo producir tipo llanera para trabajo de vaquerìa y coleo; la chocontana americana y la mexicana.  Se convirtió en un especialista en la fabricación de sillines para montar  caballos pura sangre de carrera, muy alabados sus trabajos por destacados jockey del Hipódromo La Rinconada. Y Urbano feliz de poderles suplir sus exigencias cuando viajaban a solicitar sus encargos de Caracas para La Villa.

En su vida fue muy significativo tener de llave a veteranos talabarteros de Villa de Cura; comenzando por su primer maestro el señor Reinaldo Silvera, igualmente le tocó laborar, nada menos que al lado de la crema de un grupo de talabarteros encabezados por  Enrique Pérez, Lucio Pérez, Jesús Pérez, Heriberto Parra, Tomás Anzola, Juan Flores y otros más, quienes fueron testigos de su dedicación y esfuerzo.

Urbano Padilla es un hombre de muchas añoranzas, sereno y muy cuidadoso al hablar, de una gran agilidad mental, respetuoso, jamás se le oye pronunciar malas palabras, disonantes ni chocantes. Ya está prácticamente retirado del oficio. Jamás lo hemos visto arreglado de flux y corbata, pero  siempre anda impecable con su vestuario pulcro y bien aplanchado y su alma vigorosa, y ninguna vez le falta sobre su cabellera una gorrita de pelotero, de las cuales posee una de todos los conjuntos. 

Urbano Padilla a pesar de todo se siente feliz llegó a la edad en que se envejece, se arruga  la piel pero no el corazón. Aún anda por la barriada de Las Tablitas desafiando las hojas del calendario. Hombre de buenas acciones que se dedicó a laborar toda su vida al servicio de la importante industria talabartera de Venezuela, tan prestigiosa y floreciente en Villa de Cura en todas las épocas, como reconocida en otros países como Perú y Colombia..

No le  preguntamos cómo se las ingenia para vivir hoy día con el monto de la pensión del Seguro Social para no salir espantados. De repente, como un aleteo de pájaro montaraz lo vemos que cruza temprano todas las mañanas la plaza Bolívar, mensura uno y otro lado de la plaza, y se acomoda en un banco entre pensativo y risueño a rumiar sus peroratas con muchas de las personas que conoce que son sus amigos de toda la vida.
  
Este Urbano Padilla, goza del aprecio de la mayoría que lo conocen en Villa de Cura, y en lo personal es un amigo entrañable de quien esto escribe, siempre buscamos la oportunidad de vernos de darnos un apretón de mano. Lo metemos en la crónica, para que su modo de vivir, sus viejos sueños, ejecutorias y sus virtudes personales no queden sepultados en el olvido.


Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, 2017




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