lunes, 28 de marzo de 2022

¿QUIÉN EN VILLA DE CURA NO SE ACUERDA DE GREGORIO GARCÍA EL CHICHERO?

      


Don Gregorio García. La foto es cortesía de su hijo Félix García “El Chino Félix”


 Por Oscar Carrasquel


                                                                                                    
¿Quién de los que fueron niños, adolescentes, y mayores de edad en la quinta y sexta década del siglo XX no conoció en Villa de Cura a don Gregorio García “El Chichero”?... Llegó desde el estado Lara a deleitar a varias generaciones de villacuranos, dueño una chicha con una característica muy especial.. Con la chicha de don Gregorio soñábamos todos. Un vaso grande de cartón servido salía por medio (0.25); refrescaba, energizaba y daba valor todo un día al cuerpo y al espíritu. El sueño de cada niño pobre en esos días era cómo conseguir "medio", para deleitarse con una chicha. 

Gregorio García no solo ofrecía en la calle la típica bebida refrescante, sino que inventó la formula casera más espectacular para prepararla..Mucho se dijo que era tan maravillosa su chicha como la del maracayero don Félix Pacheco, la cual  se convirtió en una especie de leyenda. Capitulo aparte tenemos de otro famoso chichero en La Villa que se llamó don  Tomás García.
 
La elaboración de la "Chicha de Gregorio" abarcaba muchos detalles, fue cocinada en leña que le daba mejor sabor. El arroz y los aditivos era cosa primordial, y lo otro era la leche pasteurizada envasada en cartón. Era normal observar sobre  el carrito la muestra de los envases vacíos de leche "Táchira" y "Silsa" para que el público no dudara. Me contaron que la señora Carmen Rodríguez, su compañera de vida y una excelente cocinera le colaboraba en la preparación de la mezcla.Su chicha elaborada con crema de arroz era pura, no le gustaba combinarla con ajonjolí ni con otros frutos.

Gregorio El Chichero solía salir bien temprano de su casa  pedaleando un triciclo que parecía un montacargas con un cajón en la parte delantera.. En su interior llevaba  dos latas donde venía la manteca "Los Tres Cochinitos" y una olla de aluminio con tapa metálica llena del producto. Se estacionaba a la salida del colegio Arístides Rojas. Transitaba con su carro las principales calles de La Villa, se paraba en una de nuestras esquinas pero su estación favorita era frente a la plaza Miranda, por allí cerca de la llamada ARC o terminal de autobuses de la Línea Demócrata. Al frente de su carrito en un visible letrerito se leía: “CHICHA HELADA SIEMPRE IGUAL”…Bien pulcro al vestir. La espesa mezcla la batía firmemente con un cucharón de aluminio que hundía en la olla para servirla con  hielo pulverizado..

Para quien no lo sabe, don Gregorio  García era oriundo de la bella población de Duaca, municipio Crespo del Estado Lara. Se trasladó en la mocedad a Villa de Cura en la tercera década del siglo pasado y jamás regresó a su lugar de origen. En esa época circulaban pocos automóviles en la población, no había tarantines de buhoneros en las vías principales y era una hazaña encontrar una motocicleta por sus calles. La Villa contaba con su emblemática y hermosa sabana donde se practicaba béisbol. Hasta allá en los desafíos de pelota beisbol llegaba los domingos la chicha de don Gregorio. En este terruño aragüeño .formó y levantó a dos familias, toda su vida fue trabajar como un  buey..

Gregorio García, nuestro tradicional y recordado chichero fue un hombre lleno de coraje, una cátedra de fino humor, conversador, refranero, mamador de gallo, aficionado a la pesca y a los gallos, pero al mismo tiempo de carácter recio. Lo más importante es que fue un hombre carismático que  se granjeó el cariño y afecto de muchas familias villacuranas.

Cuánto diéramos hoy en día por volver a saborear su chicha y escuchar su grito guerrero en las horas de reposo meridiano?  Era una fija a la hora cuando todas las familias estaban disfrutando del "Show de las 12", por Radio Caracas TV con Víctor Saume como presentador. La gente dejaba los que estaba haciendo y salía de sus casas en carrera en busca del chichero que rompía el silencio de mediodía con el siguiente pregón. 

                                                                ¡Chicha Helada…Helada la chichaaaa!

El carrito tenía una campanilla que la hacía sonar como un despertador. Cuando le conocimos era un hombre que apenas frisaba los cuarenta años de edad. Siempre calzaba zapatos negros tipo mocasín, muy bien arreglado al vestir, con una bata blanca pulcra y grandes bolsillos a la altura de la cintura. Muchas veces lo vimos en camisa manga corta. Jamás usaba gorro para la cabeza, siempre cargaba un fino sombrero Borsalino ala ancha, de esos que utiliza el llanero. Los villacuranos de su época fueron testigos de su optimismo y la pasión por su trabajo refrescando a tantas almas.

En torno al personaje surgieron en aquellos días muchas peripecias y anécdotas. Una de las cosas que  más atormentaba a este hombre es que lo llamaran “chichero". .Lo rechazaba con una expresión muy criolla Había que decirle simplemente Gregorio. Y es que don  Gregorio gozaba defendiendo la dignidad de su humilde trabajo..Nunca salía sin una pulida vera encabuyada. "Porsiacaso" como dicen en El Tocuyo". "Meneco" era el apodo de Natividad Bermúdez que sabía que le disgustaba que lo llamaran "chichero" y por esa mamadera de gallo tenían sus encontronazos. 

Yo creo que  existe mucha gente de nuestra generación que sería capaz de pagar la cantidad que sea por volver a saborear una deliciosa chicha de antes..Todavía nos acordamos de la legendaria chicha de Gregorio García, la cual no se ha perdido del todo del gusto popular, aún permanece en la memoria  del villacurano de antaño. No había algo mas refrescante que una chicha de Gregorio.

Gregorio García enfermó, se nos fue yendo lentamente. Solo la muerte pudo interrumpir su alegre  transitar por la vida.  El 13 de enero de 2001 a la la edad de 86 años dejó de latir el corazón de este gran larense de ojos pardos y achinados en su casa de habitación en el callejón 3 del barrio El Rincón, al norte de la ciudad; entre un montón de refranes escritos en las paredes, y de aves disecadas que coleccionaba, además una jaula con pájaros en cautiverio que silenciaron su canto. Su osamenta descansa en el viejo cementerio municipal de la calle Comercio de  Villa de Cura. Paz a su alma.


Oscar Carrasquel. La Villa de San Luís, marzo 2015

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