Foto bajada de la Web por el laboratorio de Ramón Alfredo Corniel, respetando el crédito
Por Oscar Carrasquel
¿Han oído hablar alguna vez del ENCAMISONADO ? Lo define la lingüística como una figura de incursión nocturna...
Desde tiempos antiguos era típico y frecuente, en los corrillos oír hablar de
las andanzas del ENCAMISONADO…¡Ficción o realidad? Ciertamente relacionado desde
siglos con la cultura popular venezolana. Nosotros lo supimos de tanto oírlo
mentar durante los últimos años de la década del 40 del siglo XX,
cuando la Villa de San Luis de Cura era un conglomerado pequeño. Era muy común escuchar en conversaciones caseras; en el salón de barbería, en
las bodegas, incluso en el mercado, sobre los cuentos de fantasmas y aparecidos. Se decía de manera común
que en determinado sitio salía un muerto, se hablaba de espantos, de duendes, del ánima sola. La mayoría de la población aprobaba su existencia, pero había otro sector que siempre manifestaba sus dudas.
Cuando yo estaba de once años de edad, más o menos,
se sintió en la vecindad una alharaca de gran revuelo, se decía que bajo la espesura
de un árbol de samán salía en la alta noche un espanto. Unos decían que se
trataba de un alma en pena, de demonios. La noticia circuló a lo largo y ancho
del pueblo desde la hora cuando cantaba la pavita, hasta en las noches antes de
dormir.
Se contaba que cualquier día de 11 a 12 de la noche,
favorecido por la luz de luna llena, algunas personas observaban a una figura con rasgos humanos todo de negro, con un pañolón alrededor de la frente que le cubría
hasta los ojos, y que a medida que avanzaban el espectro iba
aumentando su tamaño, hasta alcanzar más o menos dos metros y medio,
y en ese momento lo veían que saltaba como un canguro la cerca que dividía dos
solares; desde ese momento le endilgaron el cognomento de EL ENCAMISONADO, Fue llamado también "el iluminado" que salia allí. Espantaba, inclusive buscaron a una persona que
ensalmaba con plantas, de esos que alejan los espíritus enemigos y al pie del samán,. colocaba
velas encendidas toda la noche. El Cura que buscaron no quiso ocuparse de echar el agua bendita, se excusó diciendo con gesto amable que eso
era superstición.
En aquellos días, eso del ENCAMISONADO fue motivo de muchos miedos y comentarios en el vecindario y fue base
de conversación entre grupos de mujeres y hombres. En mi época de infante se
nos impedía sentarnos con los mayores, incluso ni siquiera pasar por
el medio cuando conversaban ellos, ya que era reprobado y el muchacho era
objeto de una reprimenda.
Yo por supuesto sabía el reglamento, pero como muchacho es muchacho, me asomaba sigilosamente por la abertura de una cortina que había en la puerta de la habitación, y ponía atención a la conversación de los presentes. Un día de esos en la mañana se acercó a casa, una señora con fama de relatadora de noticias frescas del vecindario, quien en su vagar iba visitando casa por casa. Era la doña portadora de una primicia de esas que quedan en la memoria de un niño.
Resulta que según una investigación cumplida por los mismos vecinos habían descubierto que el ENCAMISONADO era un ser de nuestro paraíso terrenal que tenía la costumbre de andar de incógnito por aquellos solares, utilizaba unos zancos circenses que lo hacían aumentar de tamaño, brincaba una empalizada de cuatro pelos de alambre, a decir de lo expresado por la señora, “a coger maíz en conuco ajeno”.
---Vieja!...No te has enterado que el tan
nombrado ENCAMISONADO, es fulano de tal que “afila su hierro en
piedra de amolar ajena” (Y. Tovar)
En ese tiempo, yo era un chaval “pila”, pero aún así era inocente para comprender la metáfora manejada en el refrán del lenguaje
de la dama.
Un día de esos me estaba afeitando en una modesta barbería por los lados de casa, en la calle Sucre, cuando se acercó un noble carretero saboreando una mascada de tabaco en rama, soltando salivazos por el piso, saludó y se arrellanó en una de las silletas. Aficionado el simpático viejito a narrar historias libidinosas y otras situaciones. EL ya sabía lo del ENCAMISONADO y el protagonista, relató la historia completita pero en un lenguaje sencillo, fue así como yo llegué a comprender la cuestión.
Nuestro día a día estaba lleno de estas cosas. Harán décadas cuando una gallina gorda se compraba al pregonero por el precio de un bolívar y te daba dos huevos de ñapa; y el lechero dejaba los potes de leche de puerta en puerta, y el panadero la bolsa de pan. Como dije antes, son cosas que van quedando en la memoria y ahora uno las echa a rodar para aquellos que no lo vivieron o lo han olvidado.
Oscar Carrasquel La Villa de San Luis/
2024
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