Luís Ramón Salgado "fanático". Foto archivo Ramón Alfredo Corniel
Por Oscar Carrasquel
Hombres de faena, con destreza como este personaje quedan pocos. Su oficio trepar y podar árboles ya desechos. Por su popularidad se ganó el sobrenombre de FANÁTICO, como se
le conocía… De vez en cuando lo veíamos al despuntar el alba, camino a donde debía realizar su labor.
Su equipaje: una
mochila escolar donde llevaba la ropa para cambiarse; una cuerda de nailon para sujetarse,
una motosierra de podar, un pote de gasolina para la máquina. De bastimento, una arepa rellena, y café en dos envases donde viene la compota.
Tuve la gran felicidad de tenerlo como amigo. La gran mayoría lo conocía como FANÁTICO. Pocos sabían su verdadero nombre, él se llamaba Luis Ramón Salgado, radicado con su familia en la calle Urdaneta Sur sector “La Represa”. Un hombre honesto, trabajador y de mucho valor, no conocía el miedo. Por veinte bolívares desramaba un árbol enfermo.
Durante años se dedicó a escalar árboles, de tamaño mediano hasta los más altos, subía descalzo, sin camisa, arañando el tronco como una iguana.. Un hombre liviano de poca musculatura, pero de mucha fuerza.
Nunca se le conoció otro trabajo. Un depredador caprichoso de la flora, NO. Derribaba arboles que hubiese concluido su ciclo de vida, o que
fueran un obstáculo dentro de un espacio
urbano. Solicitaba del
interesado el permiso de la Prefectura que permitiera su tala. no se
le escapaban los samanes con ramas secas en los solares, los volvía leña.
Las plazas públicas tienen arboles enfermos, lo
veíamos como el personaje "Tarzán" encaramado sobre los copos de los árboles de samán y merecure en La Alameda, caminado como si nada sobre las gruesas ramas.
Algunas especies, como arboles de cedro, lo hacía rolas, para llevarlos a la fábrica de fustes del amigo José Rodriguez "el Grillo", en el callejón 2 de Las Tablitas. Luego los fustes terminados iban a parar a los negocios talabarteras para convertirlos en columnas de silla para montar a caballo.
Era interesante ver que la montaña le daba troncos de madera secos, para que el Artista Plástico “Cejota” con el cincel y martillo le diera forma de cuerpo y de rostro.
A veces amanecía en
un monte buscando materia prima para la fábrica de fustes. Algunos lo comparaban
con un talador de bosques. Una vez, dentro de su humildad le oí pronunciar esta
frase: "Ser talador no es malo, siempre que se haga con
prudencia, por necesidad y con sentido común".
Un hombre sensible y bueno como el pan,. La vida y hasta la muerte de este hombre fue de mucho
sufrimiento y batallar, luchando.
FANÁTICO en el desempeño de su trabajo era un hombre valiente, que conocía muy
bien su labor y de tomar precauciones, con una inteligencia natural.
Un día no las tuvo todas a su favor; se lesionó la cadera tras sufrir una caída desde un techo, había llovido, se dio un resbalón antes de alcanzar una de las ramas de un árbol. A todos nos sorprendió este percance.
Por varios meses los
pasó en cama por la lesión. La gente del vecindario lo
socorrió, creo que se hizo una vendimia, destacando también una campaña a través del servicio social de
Artesana FM, para ayudar a amortiguar sus vicisitudes económicas.
Luís Ramón Salgado
murió a pesar de los esfuerzos, hoy es como un río que dejó de correr, ya casi nadie lo nombra, o no lo
recuerdan, aparte de su familia.
Estos días escribo esta nota con
mucho cariño y respeto, para desearle paz a su alma y un descanse eterno.
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