martes, 4 de enero de 2022

HISTORIA DE LA ALPARGATA VILLACURANA Y ARTESANOS

    

En la imágen: Don Julián Rojas, experto en tejido, montura y fabricación
de preciosas alpargatas villacuranas (Nos acaba de dejar pues el viejo artesano y amigo falleció en su pueblo natal Villa de Cura, el 30 de abril de 2019, paz a su alma) OC/ foto archivo Editorial Miranda 


Por Oscar Carrasquel


Suelen señalar los cronistas que la fabricación de alpargatas no es tan antigua y mucha. razón tienen. Dicen que  surge   en la República de  España a partir de la primera década del siglo xx. También  se atribuye su originalidad a los países Árabes después de la Segunda Guerra mundial. Al Poco tiempo la fabricación y el comercio de este trabajo manual se fue  expandiendo a los países de América, principalmente Perú,  Argentina, Colombia y Venezuela.

En las décadas de los años 30 y 40  fue muy común el uso de la alpargata  en Venezuela, estuvo muy restringida la venta de zapatos manufacturados en el país. La alpargata  se usaba  en  la vida cotidiana y resultaba   una solución para el habitante del campo, pero igualmente era calzado diario por la élite de la ciudad. La gente la usaba no solo por  comodidad en los pies, sino fundamentalmente por su bajo costo y durabilidad.

Hace muchos años  en La Villa de San Luís  la alpargata fue un flamante calzado, hasta el punto que era muy común  ver en la calle  a un ganadero con una faja de pesos, vestido de liquilique, leontina de oro sobre un ojal de la blusa, sombrero Borsalino, bien perfumado y calzado de alpargatas..

Lo decimos con propiedad porque de allá venimos, de haber sido muchacho escolar de alpargata diaria, ya que los zapatos   eran para uso de los domingos y días de fiesta. El resto de la semana permanecían guardados en su caja original.  Las damas calzaban  una alpargata  completamente cerrada  de color negro llamada “Chinela”, confeccionada  en tela. . 
Yo  recuerdo que en los años 40 y 50 funcionaban en Villa de Cura alrededor de una docena de alpargaterías de "marca registrada". La más grande y  emblemática era  del sello “El Cometa”, fundada por don Enrique Flores, un catire, estirado y desgarbado,  comerciante y dirigente deportivo; empleaba alrededor de 20 operarios independientes;  en  la faena había como una especie de hermandad, acostumbraban a gastarse bromas y a ponerse sobrenombre, echaban sus chistes, establecida en la calle Comercio, en el lugar que hoy se conoce  como "Arepera La Única”.

Por la calle Comercio en lo que es hoy el edificio Fioretti se  localizaba uno de los comercios más importantes  Alpargatería El Abanico” de don Rafael Correa; más adelante por la misma calle  ”El Cojo” de Celestino Parra,  y siguiendo la misma acera “La Mano” creada  por don Norberto Ramón Vásquez;  “El Sol  de don Rafael María Martínez ubicada en la calle Páez; “El Esfuerzo de don Leandro Nieves, ubicada en la calle Bolívar y Villegas; “El Caballo” propiedad de don Arturo González; “El Ancla” de don Juan Pablo Álvarez, en la calle Real o Bolívar. En la esquina de la Rivas Castillo con calle Real estaba la "Alpargatería PF  de don Pablo Flores. En la calle Urdaneta entre Bolívar y Comercio estuvo Alpargatería "El Satélite" propiedad de don Esteban Vera. A todas ellas se agrega “El Martillo”, fundada en  la subida de Los Colorados por don Alfredo Gutiérrez.. Lo cierto es que no se conseguía en otro sitio de Venezuela un calzado de calidad superior a la alpargata villacurana de "Marca Registrada".

De acuerdo con datos que me aportó el maestro Julián Rojas, un promedio de cuatro docenas de pares de alpargata, cosía y entregaba diariamente un operario  a cambio de un salario modesto, a punta de aguja, lezna, rule, y golpes de maceta. Trabajo entregado al final de la tarde, trabajo pagado.

Era muy raro en esos tiempos encontrar en el barrio Las Tablitas una persona que no hubiese desempeñado el oficio de alpargatero. Llamaba la atención la existencia de mujeres cosedoras de capelladas, taloneras y tiras laterales de las cuales vale recordar a doña Margarita Picot de Rojas y la señora María Eugenia Morgado, entre muchas que desempeñaron el oficio..También se habló de dos mujeres legendarias, únicas que alcanzaron el rango de  "oficial 1" en Villa de Cura, la señora Genoveva Ortega de Ybarra y. doña Lucrecia Cusati, de familias arraigadas en la calle Paez y el barrio Las Tablitas.
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Por espacio de muchos años estas fábricas de alpargatas surtían a todo el comercio mayorista y menor, no solo  de Villa de Cura y pueblos colindantes, sino también a  todo el llano apureño y guariqueño,  a través de agentes viajeros de los almacenes y alpargatarías. Surtían además a los Valles de Aragua.

Las alpargatas fabricadas y distribuidas por  estas pequeños comercios, llevaba troquelado en la base de la suela el sello de la fábrica, con el fin de  identificar su procedencia, troquelando igualmente  la talla.. En cualquier pulpería de esquina de nuestro pueblo un par de este calzado no llegaba a valer más de tres reales (1.50). Hoy en día se consigue una alpargata parecida a la antigua pero industrial  por un precio muy alto.

Hubo muchos operarios independientes cabezas de familia que tenían alpargatería en un espacio de sus propios hogares y que adquirieron por parte de sus colegas alpargateros  el distintivo de “fogoneros” por su tesonera lucha;  Julián Rojas, vecino de  “La Tigrera” fue un reconocido  “fogonero”.. En la calle Páez José Rodriguez #conejo" A ese grupo de admirados y respetados caballeros pertenecieron también Ernesto Rojas, Felipe Vargas, José Domingo Hernández el popular "machuca", Ramón Díaz, Francisco Agráz, Lucio Agráz, Julio "negro" Criollo, Jesús Maury, Manuel Luna, Arnaldo González, Mateo Vargas, Juan Nieves, Samuel Flores, José Ramón González "cuellito", entre otros. Una frase y una mención muy común en los periódicos de antes era: "La mitad de la gente de La Villa trabaja la algargatería".


José Rodriguez "conejo" en plena faena foto Ramón Alfredo Corniel

Las piezas que integran  la confección de una  alpargata  hecha a mano son la planilla de suela, la capellada de pabilo tejida en telares de gancho o crochet,  una talonera en forma de  semi aro, más dos tiras laterales hechas en un telar de madera accionado con la punta del talón, aunque también la capellada fue hecha con dibujos a colores (tramados) y  la denominaban “capellada calada”.

La materia prima era el cuero de ganado curtido  de donde sale el trazado de la plantilla para la alpargata,  provenía este material de la "Tenería El Águila”, ubicada al  comienzo de la llamada recta de Cagua, que igualmente proveía de materia prima a las talabarterías de Villa de Cura.

En aquellos días se echaban a rodar por esos caminos de Guárico y Apure los vendedores viajeros de la alpargata villacurana para Guárico y Apure, Entre los cuales cabe mencionar a Luis Rojas "cabeza fresca"; Ernesto Rojas, quien conducía una camioneta panel Chevrolet con carrocería cerrada, . El gordo Ceferino Castillo del barrio La Represa, fue vendedor independiente  en una camioneta cerrada tan anciana que en 1948 fue patrulla en Comandancia de Policía de La Villa.
 
El  artesano Pablo Rondón me contaba que corriendo los últimos años de la década del 40, los trabajadores de la alpargata se unieron y crearon para obtener reivindicaciones laborales, sin mucho aspaviento, el Sindicato de Trabajadores de la Suela; y de este gremio de trabajadores surgió un aguerrido equipo de béisbol amateur bautizado “Sindicato de la Suela”, de actuación exitosa en todo el estado Aragua.  Aún resuenan en la memoria el nombre del manager  José Arnaldo González, y destacados   jugadores entre ellos  Pablo Rondón, Evelio Acosta, Carlos Acosta, Dimas “chivo” Sambrano, Jesús Sambrano, Manuel Luna, Marcelino Alvarado, Carlos Flores, Eduardo Rodriguez "conejo",  Leopoldo Figueroa  y el “gato” Alberto Pérez.

En los años 70  fue extinguiéndose la esencia natural de las alpargatas en Villa de Cura;  el mercado  se fue proveyendo de  zapatos de procedencia industrial.  En  los años 50  comenzaron a llegar  los fabricantes artesanales  de zapatos de patente.  En La Villa  me acuerdo de  algunos zapateros muy conocidos en el pueblo llamados: Antonio Martínez, Carlos Gallo,  su hijo Críspulo Gallo, además del  italo-venezolano Giuseppe Socco.

La popularidad de la alpargata  en Venezuela fue un tema tan generalizado, que hasta  encontró  su componente  y ocurrencias en  el campo de la política, lo cual fue expresado de varias maneras. Por ejemplo, durante la campaña presidencial del maestro Rómulo Gallegos el 47, a los partidarios de Acción Democrática,   despectivamente los llamaban “alpargatùos”, por sus contrincantes.  Igualmente existió un presidente llanero Luis Herrera Campins muy refranero; cuando el mandatario avizoraba una situación económica difícil,  acariciaba  un aforismo muy vernáculo que decía: “A comprar alpargatas nuevas porque lo que viene es joropo”. La verdad es que había tiempos malos pero pasajeros. No permanentes,

Todo el logro y rigor de la alpargatería en Villa de Cura,  no fue hecho de un plumazo, ni se debió  a la iniciativa de personas ricas o de magnates, ni ayudados por los gobiernos de turno, sino por el propio esfuerzo de hombres y mujeres trabajadores   que  tuvieron que despegar solos sin ayuda de nadie, y sacaron adelante esta pequeña industria artesanal cuando Villa de Cura más necesitó de su concurso, en unos tiempos sumamente difíciles.

                                                                                      
Oscar Carrasquel.  La Villa de San Luís/ Tricentenaria.

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