Bar "El Chorrito". Protagonista de dos épocas, forma parte de la calle Sucre de La Villa de San Luis
Por Oscar Carrasquel
Vengo a evocar el tiempo ido y también el presente con la emoción de ser hijo de este pueblo, hablar del bar El Chorrito, una típica licorería; traer a la memoria los recuerdos de la calle Sucre y de otras cosas anotadas en el álbum de los recuerdos. El iniciador de este saloncito hubo de ser un villacurano que se llamó don Félix Pérez.. Su último dueño conocido fue don Pablo Vivenes. Se ha dicho con reiteración que el bar es un espacio para la bohemia, un sitio
ideal para saciar el ocio,.
No es extraño ver dentro de un bar a alguien que no le ha ido
bien en el amor, poniendo a sonar en una rockola, boleros, pasillos y rancheras. Éstas salas guardan atrapadas dentro de sus paredes diversas historias..
Gustoso de haber conocido en esta cuadra a Rafael Flores, el primer torero (novillero de oficio) nacido en esta tierra, y la señora María Luisa López, de casa con jardín florido, criadora de diferentes aves domesticas. En una quinta de rejas habitaba el empresario de cine don Eligio Arocha; y otras familias tradicionales de aquí como don Plácido Ríos y el maestro Aníbal Bolívar; tarea difícil mencionarlos a todos..Allí tenía negocio don Carlos Almenar, respetado hijo de Belén de Carabobo, villacurano por adopción. Por la calle Sucre, cruce con calle Rivas Castillo, dos cuadras antes de llegar
a la esquina "La Garita" el bar “El Chorrito", Lamentablemente el original desapareció con el tiempo, hoy ocupa otro espacio que es visitado por nativos y forasteros para honrar su perpetuación.
Según versión que nos proporciona la
memoria de un viejo amigo, sin centrarse en muchos detalles; quien abrió sus puertas en la década del 40 fue conocido con el nombre de don Félix Pérez, un comerciante de ganado que lo fundó y administró; hasta que en alguna fecha siguió
el negocio en manos del comerciante don Rafael Gómez.
El viejo bar estaba ubicado en una casa de
esquina, de techo de tejas y paredes de bahareque. El salón poseía dos
puertas que daban a la calle Sucre. En las noches se
veían las luces en su interior que parecían unos cocuyos pero nunca se iba la luz.. Como todos
los botiquines de la época, tenía un largo mostrador, las mesitas en una
sala para departir y jugar dominó. A comienzo de la década del 50, en la parte
de atrás se observaban unos baños públicos que los alquilaban por medio real (o.25), a los viajeros y arreadores de ganado.
Entre las cosas sencillas que recuerdo,
don Rafael Gómez mandó a pintar las paredes y puertas todas
de color verde, porque se decía que el hombre, no
solo militaba en el partido Copei, si no que según se supo era conocido
del doctor Rafael Caldera y del Dr Pedro del Corral. Detrás del mostrador andaba Rafael Gómez, bajo de tamaño, de voz nasal, sabía cuentos del
acervo cotidiano y fino humor, con mucha chispa,. En
aquella época se le veía por las calles echando pedal montado en una bicicleta Raleig
de paseo.No hay que dejar de lado que la calle Sucre los años 47-48. Aquella calle de ayer, de paz y tranquilidad le cerraban algunas de sus bocacalles con viguetas de bambú para las tardes de toros coleados en las fiestas patronales de agosto.. Hay que reiterar que a finales de la década del 40 las calles de La Villa eran de tierra. Las bestias las amarraban de las ventanas y rejas de establecimientos.
Al revisar la pequeña historia, a la calle se le designó este nombre por un homenaje al Gran Mariscal de Ayacucho, la misma designación que ha llevado de tiempos de Guzmán Blanco. Se enrumba desde La Aduana y sigue en linea recta hasta dar con la carretera nacional, por el este..Dicen y es absolutamente cierto, que en la década del 40 llevaba el sobrenombre de calle "La Chancleta". Personas que se reunían en casa explicaban que se trata de una asignación proveniente del léxico o vocabulario popular. Se debe a la cantidad de huecos en la calzada. En época de lluvias se convertía en charcos y un lodazal; así pues, los transeúntes se veían en la necesidad de cruzar la calle con las chancletas o alpargatas en la mano. Por lo general el tránsito por esos años era de tracción de sangre. Lo que deseamos es contribuir a preservar, sin exageraciones, la identidad de los sitios, esquinas, y calles de nuestra ciudad tricentenaria.
Haciendo un viaje de historia
pretérita, es bueno recordar que en la cuarta década del siglo xx,
el agua a la población de Villa de Cura no venía por tubería de acueducto, sino
que se recogía de pilas o fuentes colocadas en algunas esquinas. Lo cierto es
que en aquella década en las casas no faltaba el vital líquido. Según el decir, en la parte de atrás del negocio existían unos baños y dos fuentes públicas, allí se surtían de agua los vecinos; pero los llaves no quedaban completamente cerradas, brotando perennemente un chorrito por los grifos. Del dialecto romántico de sus pobladores se deriva la denominación de la esquina “El Chorrito” y la mención del botiquín que allí
fue establecido.
En aquella época era muy raro encontrar a alguien que no tuviera empleo u ocupación o que no cargara recursos en la cartera. Cómo no recordar las veces que llegaba
una tromba de jóvenes liceístas del último año de bachillerato con una gritería un día viernes por la tarde) luego de haber cumplido con su horario de clases y
enseguida ordenaban.
¡Rafael, danos un botellón de Caracas, cuatro vasos, y un bolívar sencillo para la rokola!
La monedita de pura
plata (un bolívar), cuando aún no había sido devaluado, daba derecho para puyar
y escuchar cinco canciones favoritas. Uno podía encontrar a un tercio tocando una guitarra y la inconfundible voz de uno de los personajes más populares de la vecindad el maestro Martín González, llorando una milonga y desgranando un ramillete de tangos de Gardel; y luego se agregaban otros músicos, poetas y otros actores. La música llanera no se escuchaba con la profusión y genialidad como es hoy.. Don Rafael añadió al negocio la venta de guarapo de piña endulzado con papelón, preferido por escolares.
Siguiendo la tradición a
este negocio; después de don Rafael Gómez el botiquín “El Chorrito” pasó a
manos de don Rafael Alvarado, y luego lo recibió el
señor Manuel Jiménez, mejor conocido con el sobrenombre de El Indio
Eulogio. Abrumado por el tiempo como un anciano árbol ya caído se
convirtió este popular botiquín. El viejo
inmueble de horconadura ya no existe. Fue derribada la antigua casa que albergaba la
vieja instalación del bar. En su lugar lo que existe hoy es una vivienda
moderna de bloques y platabanda donde funciona un consultorio veterinario.
Pablo Vivenes, había nacido en Maturín, se levantó en Caracas y Villa de Cura fue su última estancia
Uno lo ha visto (empleando la metáfora) morir y revivir. En los años 60s "El Chorrito"
se mudó para el frente, en un local con un ambiente igualito
pero con nuevo arrendatario. El patrón era un hombre de trabajo venido de
Caracas, pero nacido en Maturín, estado Monagas; dicharachero y gozón, ampliamente
conocido en Villa de Cura, se llamaba don Pablito Vìvenes. Un tipo
simpático, sencillo, de elegante estilo, con cadena de oro cochano
cruzada en el pecho y pulsera de oro en la muñeca, anteojos oscuros, bigote
grueso, revestido de una actitud bohemia que supo llegar al
corazón de los villacuranos, quien permaneció con el bar hasta que
su cuerpo se rindió a la parca. Pablito era muy apreciado en la
colectividad. Hay que hacer notar que era un hombre detallista y muy estricto, tenía
particular cuidado y celo con el aseo e higiene del establecimiento. Visitado por periodistas, músicos y poetas de mi pueblo. José Seijas me contaba que en el bar no se hablaba de política ni se aceptaban confrontaciones personales.
Los habitantes de la vieja calle Sucre, llevan guardado en su memoria la nobleza de todos aquellos dependientes que se encargaron del bar "El
Chorrito". El bar conserva su bonhomía, un refugio de grato reencuentro y
diversión, de la bohemia y la farándula villacurana del presente, a pesar de estar atravesando un tiempo de dificultades económicas.
Durante las fiestas en la calle
Sucre con motivo de los actos del Tricentenario de Villa de Cura el año 2022, y luego la tradicionales fiestas patronales, el bar “El Chorrito” al igual que el Ave Fénix ha vuelto a revivir de sus
cenizas. En hora buena por las personas que se han dado a la tarea de rescatar la imagen
de este entro social, con la reforma que fue objeto, pues ahora se
presentan espectáculos en vivo a su estimada clientela. La calle Sucre actualmente en las fiesta tricentenaria es un farol dando luces, aupando, divulgando la cultura del gentilicio. La calle Sucre sabe a folclor, a música llanera y también joropo central. Exponente de su gastronomía y dulcería típica hecha por los vecinos, con sus casas adornadas con su estampa pintorescas de antaño. Gracias a la constitución por parte de sus habitantes de una organización que lleva el nombre de COMITÉ ORGANIZADOR DE FERIAS Y FIESTAS DE LA CALLE SUCRE, que ha transformad la calle, a pesar de los problemas que hay . En la actualidad la Junta Directiva está conformada ´por Abg Ángel Raúl Gerardi, presidente; Lcda-locutora Dalia Rodríguez, la voz romántica de Radio Kristal 100.3, Secretaria, y profesora Dinorath Cuenca, Tesorera, trabajando y pendientes de todo lo que signifique cultura autóctona de nuestra querida Villa de Cura.
Oscar Carrasquel. La Villa de San Luís, Tricentenaria
Auxiliar de fotografía y reportero gráfico don Ramón Alfredo Corniel