jueves, 19 de mayo de 2022

EL BAR "EL CHORRITO" EMBLEMA DE LA CALLE SUCRE Y MISCELÁNEAS

 

             Bar "El Chorrito". Protagonista de dos épocas, forma parte de la calle Sucre de La Villa de San Luis
 

Por Oscar Carrasquel

Vengo a evocar el tiempo ido y también  el presente con la emoción de ser hijo de este pueblo,  hablar del bar El Chorrito, una típica licorería; traer a la memoria los recuerdos de la calle Sucre  y de otras cosas  anotadas en el álbum de los recuerdos. El iniciador de este saloncito hubo de ser un villacurano que se llamó don Félix Pérez.. Su último dueño conocido fue don Pablo Vivenes. Se ha dicho con reiteración que el bar es un espacio para la bohemia, un sitio ideal para saciar el ocio,. No es extraño ver dentro de un bar  a alguien que  no le ha ido bien en el amor,  poniendo a sonar en una rockola, boleros, pasillos y rancheras.  Éstas salas guardan atrapadas dentro de sus paredes diversas historias..

Gustoso de haber conocido en esta cuadra a Rafael Flores, el primer torero (novillero de oficio) nacido en esta tierra, y  la señora María Luisa López, de casa con jardín  florido, criadora de diferentes  aves domesticas. En una quinta de rejas habitaba el empresario de cine don Eligio Arocha;  y otras familias tradicionales de aquí como don Plácido Ríos y el maestro Aníbal Bolívar; tarea difícil mencionarlos a todos..Allí tenía negocio don Carlos Almenar, respetado hijo de Belén de Carabobo, villacurano por adopción. Por  la calle Sucre, cruce con calle Rivas Castillo, dos cuadras  antes de llegar a la esquina "La Garita" el bar “El Chorrito", Lamentablemente el original desapareció con el tiempo, hoy ocupa otro espacio  que es visitado por nativos y forasteros  para honrar su perpetuación.

Según versión que nos proporciona la memoria de un viejo amigo, sin centrarse en muchos detalles; quien  abrió sus puertas  en la década del 40 fue conocido con el nombre de don Félix Pérez, un comerciante de ganado que lo fundó y administró; hasta que en alguna fecha  siguió el negocio  en manos del comerciante don Rafael Gómez.

El viejo bar estaba ubicado en una casa de esquina, de techo de tejas y paredes de bahareque. El salón  poseía dos puertas que daban a la calle Sucre. En las noches se veían  las luces en su interior que parecían unos cocuyos pero nunca se iba la luz.. Como todos los botiquines de la época, tenía un largo mostrador, las mesitas  en una sala para departir y jugar dominó. A comienzo de la década del 50, en la parte de atrás se observaban unos baños públicos que los alquilaban por medio real (o.25), a los viajeros y arreadores de ganado.

Entre las cosas sencillas que recuerdo, don Rafael Gómez mandó a pintar las paredes y puertas todas de  color verde, porque se decía que el hombre, no solo  militaba en el partido   Copei,  si no que según se supo era conocido del doctor Rafael Caldera y del Dr Pedro del Corral. Detrás del mostrador andaba Rafael Gómez,  bajo de tamaño, de voz nasal,  sabía cuentos del acervo cotidiano y fino humor, con mucha chispa,. En aquella época se le veía por las calles echando pedal montado en  una bicicleta Raleig de paseo.No hay que dejar de lado que la calle Sucre los años 47-48. Aquella calle de ayer, de paz y tranquilidad le cerraban algunas de sus bocacalles con viguetas de bambú para las tardes de toros coleados en las fiestas patronales de agosto.. Hay que reiterar que a finales de la década del 40  las calles de La Villa eran de tierra. Las bestias las amarraban de las ventanas y rejas de establecimientos.

Al revisar la pequeña historia,  a la calle  se le designó este nombre por un homenaje al Gran Mariscal de Ayacucho, la misma designación que ha llevado de tiempos de Guzmán Blanco. Se enrumba desde La Aduana y sigue en linea recta hasta dar con la carretera nacional, por el este..Dicen y es absolutamente cierto, que en la década del 40 llevaba  el  sobrenombre de calle "La Chancleta". Personas que se reunían en casa explicaban que se trata de una asignación proveniente del léxico o vocabulario popular. Se debe a la cantidad de huecos en la calzada. En época de lluvias se convertía en charcos y un lodazal; así pues, los transeúntes se veían en la necesidad de cruzar la calle con las chancletas o alpargatas en la mano. Por lo general el tránsito por esos años era de tracción de sangre. Lo que deseamos es contribuir a preservar, sin exageraciones, la identidad de los sitios, esquinas, y calles de nuestra ciudad tricentenaria. 

Haciendo un viaje de historia pretérita, es bueno recordar que  en la cuarta década del siglo xx, el agua a la población de Villa de Cura no venía por tubería de acueducto, sino que se recogía de pilas o fuentes colocadas en algunas esquinas. Lo cierto es que en aquella década en las casas no faltaba el vital líquido. Según el decir, en la parte de atrás del negocio  existían unos baños y dos fuentes públicas, allí se surtían de agua  los vecinos; pero los llaves no quedaban completamente cerradas, brotando perennemente un chorrito por los grifos.  Del dialecto romántico de sus pobladores se deriva la denominación de  la esquina “El Chorrito”  y  la mención del botiquín que allí fue establecido.

En aquella época era muy  raro encontrar a alguien que no tuviera empleo u ocupación o que no cargara  recursos en la cartera. Cómo no recordar las veces que llegaba una tromba de jóvenes liceístas del último año de bachillerato con una gritería  un día viernes por la tarde) luego de haber cumplido con su horario de clases y enseguida  ordenaban. 

 ¡Rafael, danos un botellón de Caracas, cuatro vasos, y un bolívar sencillo para la rokola! 

La monedita de pura plata (un bolívar), cuando aún no había sido devaluado, daba derecho para puyar y escuchar cinco canciones favoritas. Uno podía encontrar a un tercio tocando una guitarra y la inconfundible voz de uno de los personajes más populares de la vecindad el maestro Martín González,  llorando una milonga y desgranando un ramillete de tangos de Gardel; y luego se agregaban otros músicos, poetas y otros actores. La música llanera no se escuchaba con la profusión y genialidad como es hoy.. Don Rafael añadió al negocio la venta de guarapo de piña endulzado con papelón, preferido por escolares.

Siguiendo la tradición a este negocio; después de don Rafael Gómez el botiquín  “El Chorrito” pasó a manos  de  don Rafael Alvarado, y luego lo recibió el señor  Manuel Jiménez, mejor conocido con el sobrenombre de El Indio Eulogio. Abrumado por el tiempo como un anciano árbol ya caído se convirtió este popular botiquín. El viejo inmueble de horconadura ya no existe. Fue derribada la antigua casa que albergaba la vieja instalación del bar.  En su lugar lo que existe hoy es una vivienda moderna de bloques y platabanda donde funciona un consultorio veterinario. 


                      Pablo Vivenes, había nacido en Maturín, se levantó en Caracas y Villa de Cura fue su última estancia 

Uno lo ha visto (empleando la metáfora) morir y revivir. En los años 60s "El Chorrito" se mudó  para  el frente, en un local con un ambiente igualito pero con nuevo arrendatario. El patrón era un hombre de trabajo venido de Caracas, pero nacido en Maturín, estado Monagas; dicharachero y gozón,  ampliamente conocido en Villa de Cura, se llamaba don Pablito Vìvenes.  Un tipo simpático, sencillo, de elegante estilo, con cadena  de  oro cochano cruzada en el pecho y pulsera de oro en la muñeca, anteojos oscuros, bigote grueso,   revestido de una actitud bohemia que supo llegar al corazón de los villacuranos, quien permaneció con el bar  hasta que su cuerpo se rindió a la parca. Pablito era muy apreciado en la colectividad. Hay que hacer notar que era un hombre detallista y muy estricto, tenía particular cuidado y celo con el aseo e higiene del establecimiento. Visitado por periodistas, músicos y poetas de mi pueblo. José Seijas me contaba que en el bar no se hablaba de política ni se aceptaban confrontaciones personales.

Los  habitantes de la vieja calle Sucre, llevan guardado en su memoria la nobleza de todos aquellos dependientes que se encargaron del bar "El Chorrito". El bar conserva su bonhomía, un  refugio de grato reencuentro y diversión,  de la bohemia y la farándula villacurana del  presente, a pesar de estar atravesando  un tiempo de dificultades económicas.

Durante las fiestas en la calle Sucre con motivo de los actos del Tricentenario de Villa de Cura el año 2022, y luego la tradicionales fiestas patronales, el bar “El Chorrito” al igual que el Ave Fénix ha vuelto a revivir de sus cenizas. En hora buena por las personas que se han dado a la tarea de rescatar la imagen de este entro social, con la reforma  que fue objeto, pues ahora se presentan espectáculos en vivo a su estimada clientela. La calle Sucre actualmente en las fiesta tricentenaria es un farol dando luces, aupando, divulgando la cultura  del gentilicio. La calle Sucre sabe a folclor, a música llanera y también joropo central.  Exponente de su gastronomía y dulcería típica hecha por los vecinos,  con sus casas adornadas con su estampa pintorescas de antaño. Gracias a la constitución por parte de sus habitantes de una organización  que lleva el nombre de COMITÉ ORGANIZADOR DE FERIAS Y FIESTAS DE LA CALLE SUCRE, que ha transformad la calle, a pesar de los problemas que hay . En la actualidad la Junta Directiva está conformada ´por Abg  Ángel Raúl Gerardi, presidente; Lcda-locutora Dalia Rodríguez, la voz romántica de Radio Kristal 100.3, Secretaria, y profesora Dinorath Cuenca, Tesorera, trabajando y pendientes de todo lo que signifique cultura autóctona de nuestra querida Villa de Cura. 

 

Oscar Carrasquel. La Villa de San Luís, Tricentenaria

Auxiliar de fotografía y reportero gráfico  don Ramón Alfredo Corniel

 

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