jueves, 8 de septiembre de 2022

DOMINGO POR LA TARDE SUEÑOS Y REFLEXIONES A SOLAS

 



. En la plaza Miranda. De izquierda a derecha Teresita Díaz, Isabelita Córdova, Gisela Córdova y Consuelo Pulido 


Por Oscar Carrasquel


El paisaje irreemplazable de La Villa de San Luís siempre protegido por Dios y la virgen de Lourdes como un niño en el regazo de la madre, rebosante de frescura con su corona de serranías reverdecidas, y de un cielo cubierto de nubarrones que van pasando apuradas por el horizonte .  A ese aspecto lejana nos venimos a ubicar a través de la metáfora amable y sencilla, meditando a solas. Así fue aquella dichosa tarde cuando Graciela y Enzo tuvieron. el primer encuentro  y se  intercambiaron  una lenta y sostenida mirada.  Sus rostros como el que ensaya por primera vez se notaban  más que enrojecidos. Una sostenida sonrisa, fresca, indescifrable, eternizaba el momento. Al fin se cruzaron  las primeras frases. En aquellas palabras estaba sembrada la ilusión de un sentimiento y juramento de amor.

Las callejuelas de la plaza iluminadas por faroles les daban un disfrute especial a la noche; habían parejas paseando agarradas de la mano, familias girando en su ir y venir alrededor de la plaza, muchachos patinando y niños pedaleando sus velocípidos, y otros corriendo como en recreo. Se trata de la plaza principal, hermosa, limpia y bonita que quisieran muchas capitales, se pueden pasar horas recorriéndola en larga tertulia. En un mes de febrero, dijo ella que había nacido en este pedazo de tierra y le señaló el día  de su nacimiento. Lo cierto es que ambos estaban rebosantes de juventud.  Al mundo  vinieron en  el mismo  pueblo, el mismo año, pero en meses diferentes. Se estrecharon y se agarraron suavemente de las manos. 

Plaza Miranda donde todo en su suelo reverdece, sombreada por una tupida arboleda con un follaje que se abraza,  gozosa del bullicio de pájaros con sus alegres cánticos y discusiones de pericos; así son las avenidas de la plaza por donde inauguraron el paseo aquella tarde noche, ante la curiosa mirada de un señor de sombrero de pajilla  y  alpargatas, -el ingenuo barredor de la plaza- que ese momento emergió  con una  palmera entre sus manos, quién además había retocado unos avisitos sobre el engramado con una inscripción que decía: “Prohibido pisar la grama”, lo cual, ellos no vieron con asombro, ya que en esos días, mientras más joven y más ingenuo, mayor era el respeto por aquel espacio y el ornato público. …

Pasaron a pocos metros de  unos jóvenes que se encontraban sentados en un banco, donde siempre se juntaban para oír la voz antigua de un caballero vestido de kaki, con sombrero de copa, contando sus vivencias y relatando  largas y remotas historias. No se trataba de gente desconocida para ambos. La esquina de la plaza era fuente económica para las dulceras del pueblo y de un carrito chichero que se estacionaba frente a la Iglesia. 

Un domingo cualquiera por la tarde se volvieron a encontrar en el mismo lugar. La plaza central se conserva completa, vive hermosamente encerrada entre unas barandas de hierro que rodean la manzana. "Acabo de regresar de tierras distantes y la tarde me repetía tu nombre". Con estas sobrias palabras como un prólogo daban continuidad a una emocionada tertulia que se extendería por horas .Ella se limitaba a escuchar.. Caminaron lentamente dando vueltas  a la plaza como si se tratase de un ruedo con murmullo de pasos y de voces. Varias veces habrían de recorrer aquellos pasillos y linderos. Ese día como era normal  le acompañaba  una graciosa amiga  y  una prima hermana.  Luego el grupo se sentó a conversar en e{ estribo  de una fuente de chorros elevados que emergían por cuatro boquillas. como un manantial luminoso.. 

Es la histórica plaza adornada con las auras del pasado,  con su estatua de bronce de un paladín de la Patria y a la vez Mariscal de Francia, del Generalísimo Francisco de Miranda, la única que existe. Con una colita de cabello  en la parte de atrás de la nuca,  con un pie adelante y otro atrás, marcando el rumbo hacia la inmortalidad, exhibiendo una proclama en la mano. 

La plaza estaba tan bella, los domingos se oía la música caribeña  que salía de unos alto parlantes colocados entre las altas ramas de los árboles de mamonero y cedro; y era domingo de vespertina  por el grupo de rostros juveniles que impacientes hacían fila para entrar a la sala del viejo cine Ayacucho, una de las pocas distracciones que había en el pueblo. Aparte de que había retreta con orquesta en la plaza los días jueves y domingo, con fuegos artificiales. Ella le advirtió  que desde chica profesaba la religión católica, y él, le respondió que ya la había visto en la mañana a las puertas de la Iglesia trajeada de “Hija de María”, y no perdió  tiempo para lanzarle un piropo de su inspiración:“Yo me creí  el  rosario y el misal que llevabas en tu mano”. 

Seguían avanzando las horas, los domingos  era  monótono  el golpe de las campanas de la iglesia, mientras se cuentan acerca de un cura muy estricto  de encendida oratoria, puntilloso, que en los sermones  criticaba al Presidente Pérez Jimenez  y lo calificaba de impío;  el anciano sacerdote  hacía un llamado a la moral y a devolver la democracia, decía que la libertad es un don de Dios. 

Hablaron  acerca del trabajo de la muchacha y de los caprichosos arreglos florales y lazos multicolores que diseñaba en una tienda que quedaba por la calle Bolívar de la Villa. El joven pretendiente lo sabía, ya que él también trabajaba en el ramo bancario diagonal al establecimiento, y además, en algunas oportunidades le acompañaba caminando el trayecto de la tienda a su casa. Ella le habló gratamente de su participación en presentaciones artísticas desarrolladas en el auditorio de la escuela donde estudió, que tanto le fascinaba; y de aquellas veladas culturales donde una terna de guitarristas del pueblo, de esos que puntean la guitarra como el Trío Los Panchos, le acompañaban toda suerte de canciones de moda. Y, la amiga  agrega que en ese mismo  escenario  cantaba y bailaba flamenco, zapateando con tacones altos, con abanico y castañuelas en mano y cantaba en programas de aficionados en la radio.

Isabel Córdova en el anfiteatro del Grupo Escolar Vallenilla Lanz

Se casaron, enfrentaron la vida en las horas buenas y en los malos momentos, padres de 3 hembras y 2 varones. Ella aprendió  lo que era la entrega al hogar  y la protección maternal hasta el infinito, y no pocas veces hizo de padre para encaminar a sus hijos. Lo que más recordaban fue que juntos recorrieron pueblos, ciudades, supieron de  la aridez y del verdor de los campos, de las playas con su espejo azul y vuelo de gaviotas, visitaron parques y montañas de aires marinos; disfrutaron junto a su prole de paseos, y del calor familiar en casas campesinas del llano, donde fueron varias veces, atravesaron sabanas olorosas a mastranto, de día, de noche, de madrugada y tuvieron sueños hermosos, al fin y al cabo los sueños eran sus temas favoritos y era de lo que más hablaban. 

Ellos al igual que los árboles envejecían,  orgullosa ella de haber  compartido  junto a sus dos primeros  hijos, cuando recibieron y le brindaron sus respectivos títulos universitarios, el resto de tres hijos, dejaron sus pergaminos de grado junto al retrato de la madre sobre un armario.

Pero hay momentos de prueba en la vida, los tiempos felices pasan raudos. Resulta que hubo un día  inesperado que  el Padre que mora en los cielos le detuvo la marcha por la vida y le interrumpió sus sueños. Así de repente. Octubre  16 de 1989 la fecha que marcaba la hoja del almanaque. Solo medio siglo fue su tránsito por la vida.. 25 años de unión matrimonial. No se equivoca el calendario la fecha en que se nace,  ni falla el día en que se muere. La orden hay que obedecerla. La misma Iglesia Matriz San Luís Rey donde recibió la bendición de su bautizo y confirmación,  y el altar mayor donde tomó sus esponsales; los dos relojes de la torre lateral  que en ese tiempo marcaban la hora, el mismo bosque de árboles fueron testigos de la tormenta. 

Muchos se entristecieron.,Estrechos e insuficientes fueron los pasillos de la casa, sus amigos oraron y la mayoría lo vivieron como una pesadilla . El árbol de Caimito plantado entre la cocina  y el lavadero no ofreció más su fruto,  mustios se pusieron los crisantemos y se entristeció la flor; debió ser porque sus manos cuidaban su frondosidad  para que llenaran de aromas el jardín de este lado del patio..La casa se llenó de un grupo de amigos inseparables de su marido, las guitarras pusieron a llorar sus cuerdas. Un poeta ya desaparecido redactó unos versos sobre una hoja de cuaderno, articulistas  publicaron en las páginas de un periódico local, en una conocida revista,y varios poemas en hojas  sueltas.  

Hace más de tres décadas se despidió del mismo pedazo de suelo que la vio nacer y crecer. Una mezcla de rumor y  silencio inundó la casa y la última calle del pueblo. Su cuerpo  material se marchaba al encuentro con la misma tierra de su origen.  A sus hijos les adviene muy bien el pensamiento de Vargas Vila, que  escribió que “La madre, como la escala de Jacob, es el lazo que nos comunica con Dios”

La vida le negó  tiempo para sentir el regocijo, la gracia de  sus  10 nietos, 2 de ellos aún muy chicos ya son atletas, el varón canta como Enrico Caruso; una biznieta corretea inocente por la casa poblando los espacios de alegría. A todos los demás  aqueja el mismo dolor. Hoy se recordará con los estribillos de aquella vieja canción titulada !Como han pasado los años!. y de un tema del compositor Antonio Carrillo que ella cantaba titulado "Como llora una Estrella"...Hoy se volverá a mencionar su nombre, entre silencio y sollozos,  entre sueños no alcanzados, los mismos de  las noches de su existencia.



Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, 13-10-2022

. Fotos archivo corregidas por Ramón Alfredo Corniel



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