viernes, 29 de marzo de 2024

¡CUÁL DISTINTA ERA LA SEMANA SANTA DE NUESTROS TIEMPOS!

 


 

En primer plano Carlos Almenar Rojas y Plácido Ríos. Procesión de 1945. Foto archivo  Prof Milagro Almenar

Por Oscar Carrasquel

 

  Evocamos los momentos de nuestra juventud como el  que empata un sueño del que no queremos despertar. Nos fascina reencontrarnos  con ese pasado y ese incendio de recuerdos. Escribirlo para dedicarlo a la generación de hoy,  algo de lo que fuimos los villacuranos del ayer.  No son pocas las promesas y milagros de personas venidas de todos los rincones del país que le rinden homenaje  al Santo Sepulcro de Villa de Cura en Semana Santa. La segunda expresión de fe más importante a nivel de asistencia, después de la Divina Pastora en la parroquia Santa Rosa,  estado Lara.   

Nos asombramos cuando  levantan la sagrada imagen en la Casa del Santo. El Himno Nacional y el Popule Meus lo interpretaba la banda Juan de Landaeta bajo la dirección del maestro Víctor Ángel Hernández, poblando de música sacra todos los rincones de aquel antiguo caserón. Iniciamos  el recorrido por nuestra calle Real, tropezando codo a codo con aquella multitud de feligreses que avanzan;  con una vela en alto alumbrando al Santo Sepulcro, escoltado por la  las imágenes de San Juan Evangelista y La Virgen de la Dolorosa. El desfile en la década del 50 era encabezado solemnemente por el cura rector doctor César Lucio Castellanos y de otros colaboradores de la iglesia, también las Lourdistas y Catequistas.

Y uno dando o esperando  la palmadita en el hombro y el abrazo  de amigos que teníamos tiempo sin ver. El acompañamiento lo hacíamos hasta llegar a la Iglesia parroquial con cánticos y rogatorias. Pantalón a la rodilla y medias tobilleras.

 La plaza El Águila en toda la esquina de la ARC sombreada por una alameda de árboles. Esta plazoleta era  un atractivo turístico y lugar donde descansaban los peregrinos luego de cumplidos sus deberes religiosos. Hasta hace poco había una copa sostenida por un águila esculpida en bronce, que contenía tierra de la Quinta San Pedro Alejandrino en Santa Marta de Magdalena Colombia, donde murió El Libertador. Y del lado derecho de la Iglesia,  una fuente también denominada El Águila, vaciada en mármol de Carrara de la región de Toscana, Italia; con cuatro rostros de ancianos barbados con sus  respectivos chorros de agua por la boca, y en la parte de arriba una inmensa Águila devorando una víbora. 

Se hacía  el  recorrido a rededor de la baranda de la plaza Miranda, con sus avenidas cruzadas por callejuelas, y grandes faroles en sus columnas. Se oía música religiosa desde unos parlantes en la Gruta.  Bellos  los jardines de grama verde y rosas encarnadas en la plaza Miranda, con un aviso cada dos metros donde se leía "prohibido pisar la grama"... Y, cuando comenzaba a caer la noche, cuatro fuentes con sus chorros abiertos de inagotable rocío, una en cada esquina de la plaza.

En la mañana del Viernes Santo,  los infantes frente a la Iglesia subiéndose sobre un caballito de fibra, con un sombrero de charro, para que lo retratara el fotógrafo de cajón y trípode. Y entre otros personajes  llamaba la atención un hombre alegre y campechano que nos  pasaba  por un lado.  Su desempeño es el martilleo de una matraca.

Ramón Trujillo el hombre del monito cuando llegaba la noche, inflaba   unos globos de colores y los lanzaba al oscuro del cielo con una fogata en el centro que ponía las nubes rojizas, para deleite de los observadores. Era también el encargado de  lanzar los cohetes de varilla después de la celebración de la Santa Misa.

Nos sentábamos a desmenuzar la piel de un gajo de lairenes y saborear níspero, y abrir palopán con las uñas. Nos fascinaba la variedad de dulces de unos azafates en la acera, por obra y gracia de unas dulceras que venían de Turmero, y otras artesanas provenientes de diversas sectores de nuestro pueblo.
A uno le viene el recuerdo de una ciudad apacible de mediados del siglo xx, sin miedo. . Qué ninguno tenía que decir a su familia, mientras miraba el reloj en su muñeca, o fijando la vista  en el reloj de la Catedral, ¡Son las ocho, vámonos que es demasiado tarde!. !No!. La gente empezaba a desocupar la plaza Miranda bien pasada  la media noche.
Cuatro agentes provistos de máuser sentados en la prevención de la Comandancia frente a la plaza Miranda, era solo un acto simbólico que tiene como fin redimir la condena de una persona detenida, el cual al pasar la imagen por el frente de la comandancia, le propinan un planazo, en tanto que el preso sale en carreón tras del Santo como señal de penitencia; entonces la multitud pegaba un solo grito quebrando el silencio de la noche.

 El respeto al ornato público, a las personas mayores y a la autoridad era sagrado, existía la unión, la comprensión, el compañerismo. No daba pena llevar colgado del bolsillo de la  camisa el pendón alusivo al Santo Sepulcro junto con un crucifijo de madera. . Extranjeros y nativos fundían su amor y devoción por este pueblo, sus costumbres y tradiciones. 

 

 

 La Casa del Santo Sepulcro completa, vista en 1940, la foto fue tomada por don Alfredo Boulton. "Agenda historia de Villa de Cura".(Oldman.Botello.) como se observa la casona no daba muestras de deterioro que justificaran su mutilación.

La única mujer entre los cargadores  del Santo Sepulcro fue la legendaria Nidia Ramona García de Gabazú. Ella generaba una gran admiración. La promesa adopta diversas formas, algunos regalaban un cajón lleno de velas. Y entre los palmeros destacó la figura de don Ángel Antonio Delgado, quien subía a las montañas de Virgen Pura buscando las palmas para que fueran bendecidas en la misa el Domingo de Ramos..

Me acuerdo que un escuadrón de aviones Vampiros de la valiosa y recordada FAV, sobrevolaba en cruz  la calle Bolívar haciendo una venia de respeto al Santo Sepulcro.

Cuando eran las dos y media de la tarde, después que el Santo entraba al recinto de la Iglesia, cada uno retornaba a su vivienda  para  recibir la visita  de familiares y amigos ... Entonces era posible la reunión en cada hogar para degustar la comida  típica de la Semana Mayor, saborear un pisillo de:chigüire o bagre rayado desmechado, frijoles y hallaquitas  envueltas en hojas de maíz, y disfrutar  de arroz con coco, dulce de cirhuela huesito y plátano en almíbar, además de  una bebida refrescante..

Algunas personas esperaban con ansias las vacaciones de Semana Santa para romper la alcancía, con el carro o camioneta y se iba toda la familia de viaje a la playa, o al llano. Sin olvidar las deberes eclesiásticos. Para nada  importaba que fueras rico o pobre. Un trabajador o un empresario.

 Los cines proyectaban solamente películas sobre la Vida ,Pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo.  Radiodifusora La Villa 1170, la única emisora trasmitía todo el día música sagrada, como  una muestra de reverencia y de recogimiento.

Aquí nos veiamos la cara  los villacuranos diseminados por toda la geografía venezolana. La Villa ha sido un espacio de preferencia para gente venida de otras latitudes,  con el espíritu lleno de fe y optimismo, a cumplir sus promesas año tras año. La Villa   hospitalaria con sus pensiones y hospedajes y excelente comida. Villa de Cura un pueblo bello para vivir y querer. Ningún villacurano buscaba irse, nadie se sentía forastero, jamás pensamos en ser inmigrantes. Por eso nos oprimen  los hijos que  se vieron en la necesidad de irse a  otras naciones a buscar dirección a su vida. Al mismo tiempo que recordamos a los seres queridos que ya no están, a los amigos  cercano  que se durmieron en la paz del Señor, trayendo desolación a la familia. Y entonces las plegarias se vuelven llanto.

También nos envuelve la tristeza porque todos los años por este tiempo veíamos aparecer por una esquina de la plaza Miranda, a compañeros  de la juventud a quienes recordamos con cariño, aquellos de las aulas escolares, de cotidiana tertulia en un banco de la plaza,  el juego de pelota en la sabana y de paseos a los ríos. No pongo sus nombres porque la lista es larga. Ya  la  mayoría de ellos, sencillamente se les apagó la vida. 

En este largo periplo no quiero dejar de mencionar los paseos a los los ríos cuyas aguas discurrían frescas, limpias y abundantes,.  en cuyos balnearios pasábamos  todo un santo día  y ensayábamos la pesca antes que los cauces se convirtieran en un charco nauseabundos. Los muchachos merendamos con mango, ciruela de huesito, cotoperíz y otras frutas silvestres.
Nada más grato que evocar la frescura de las pozas. El Carmen, Pozo Azul, El Caracol, el puente de Santa Rosa, el caño de Guayabal, La Planta, el Salto de Píritu, el Deleite, la Quebrada de Píritu. La piedra de La Ceniza era una cascada donde nos bañábamos el cuerpo y el alma..

Todo ese periplo lo completaríamos siguiendo el camino de la Iglesia San Luís Rey para recibir la bendición  del Espíritu Santo, y escuchar los cánticos de un coro de ángeles que cantaban la misa; de un grupo de jóvenes religiosas  "Las Hijas de María"... 

Y el Sábado de Gloria visitar la Casa del Santo Sepulcro.. De cierto, la Casa del Santo Sepulcro no es la misma. Uno no encuentra que responder cuando alguien de fuera le pregunta, por qué le fue mutilado un pedazo a este caserón de interés histórico y patrimonial. Estamos preocupados. Nos han informado la existencia de grupos que no dejan entrar a otros hermanos a este recinto. .La  Casa del Santo Sepulcro simbólicamente es de todos  los que amamos a Dios. Dios es uno solo, un Dios de amor y de paz.

Da un poco de tristeza pero al mismo tiempo se alegra el espíritu recordando estas menudencias  de nuestra juventud que la memoria conserva intacta, así tengamos cien años o más, por encontrarnos involucrados en ellas.

Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, abril  2018. Corregido y actualizado en 2024

 

 

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