Corrales de La Romana de La Villa a mediados del siglo xx. foto tomada de la revista Expresión. Archivo de Editorial Miranda
AJILA...AJILA...NOVILLO QUE TE LLEVAMOS PA` LA VILLA
Por Oscar Carrasquel
Yo estaba "jojoto" en el escenario nativo cuando entre la gente que llegaba a casa, se oía hablar sobre el desplazamiento de las puntas de ganado que pasaban por la calle El Ganado con destino a La Sabana. Corrían los años 48-49-50,. Vivíamos a cuadra y media de la calle El Ganado.. Recuerdo que la calle en esos tiempos era camino de tierra. El casco urbano de La Villa era pequeño. Hay entonces una población de solo cuarenta mil almas.
A mi pueblo llegaba un lote de 450 a 500 novillos seleccionados que pasaban los viajeros a pie y a caballo por la calle "el ganado".. La cifra verificada proviene de relatos de gente de la llaneridad que llegaba a casa. Contaban que en 14 días se cubría la larga travesía hasta llegar a Villa de Cura. La mayor parte de las reses provenía de los emporios pecuarios que pertenecieron al general J.V. Gómez, principalmente de "La Candelaria" y la "Cruz de La Rubiera". Y criadores de la jurisdicción.
En invierno la calle "el ganado" era un lodazal, y en verano quedaba marcada la huella de las pisadas, convirtiendo la calle en terronales de sequedad. Escuchábamos en casa que, a punta de madrugada. tanto bestia, jinete y peones de sabana salían de la llanura, en medio de relincho de caballos y el bramar de ganado, atravesando la belleza del paisaje llanero, y desde el garcero, el vuelo de un bando de garzas blancas, gabanes, corocoras y morenas.
En la noche pernoctaban en cabañas, porque los cursos de aguas en tiempo de invierno eran invadeables; para el día siguiente continuar camino cruzando la monotonía de la sabana, "caminos reales" de mastrantales y malezales. Surcaban las aguas, tembladores, caribes y saurios que asediaban constantemente. Pero aquellos seres de gran hombría son audaces y precavidos. Nadie mejor que ellos saben como entrarle a los designios de la naturaleza. Las chenchenas, unas dormitan, y otras cantan entre la espesura de los manglares.
Aún había oscuridad cuando la voz del caporal se oye por entre el resplandor de una fogata.: ---"Vàmonos...Adelante que el camino para La Villa es largo!". Después de tomar un cafecito, desayunaban. Entre la comida que llevaban, carne seca, queso, casabe. y un "amargo" para el frío.
Con la misma se oye la voz del cabestrero que se avalancha adelante con la copla recia a flor de labios, bebiéndose el claro de la mañana, inventando metáforas, cantando tonadas, desandando con la mirada el horizonte.
El grupo arreadores a pie con "mandador" de cuero, cubiertos con sombrero de pajilla, usaban pantalones a media pierna, con una capotera terciada al hombro, la cobija de pelo y el "poncho" por si acaso un chubasco, y un cuchillo apureño en el cinto. Otros se llevan los dedos a la boca, estirando los labios para producir silbidos, para alegrar el alma, y por si acaso, rugido de tigre o malos espíritus.
-"¡Ah camino más largo y solo, compañero!
polvoriento en verano y en invierno resbaloso"
Así seguía el hombre a su destino, optimista, trajinador,el llevador de la versación, imaginándose un Florentino; inspirado en el catire, la vez que venía jineteando romances, lanzando coplas con su cuatrico en la mano, con el pensamiento puesto en la querella que iba a sostener con el príncipe de las tinieblas.
Después de unas cuantas jornadas, atormentados de tanto tragar polvo y leguas de camino, por el sitio por donde la tierra llana se une con el paisaje aragüeño y sus valles, hace su entrada el ganado con aquella comparsa de vidas humanas a la Villa de San Luís. La gente eufórica recibe con alborozo la llegada de la caravana...Las reses son depositadas en el área de La Alameda y Los Colorados que entonces era sabana. Se cuenta que, entre los viajeros venía don Jesús María Espi, hermano de don Pancho Espi, de los Espi de La Victoria, que fue arriero a pie, innumerables veces.
El hombre, se baña él, y baña la bestia a la orilla de una primorosa laguna llamada "Los Cerritos". Otro grupo, para el ganado, cuidando que no se escape ninguna res cerril del rodeo.
A comienzo de la décadas del 50 en la importante "Romana", durante varios días se reúnen compradores de ganado con fajas de dinero. Sentados en la puerta de tranca de los corrales cerraban el negocio de compra -venta.. El ganado a puerta de romana podía tener un precio promedio de bs 30 la arroba, y en las "pesas" del Mercado Municipal frente a la plaza Miranda, no pasaba de 3 bolívares el kilo de pulpa.
En la tarde comienzan a aparecer los vaqueros por el centro del pueblo.. Los recibe .la posada de doña Juanita Echengarai "Las tres lunares", también llegaban a comer en el restaurante de don Arístides González en La Alameda, y los ventorrillos ofreciendo los mejores platos de comida criolla, y en la noche se prendía la parranda en el sector La Alameda. Los hombres desfilan y conversan en la barra de los bares, otros se van tras la huella de las mujeres alegres. Se entregan a tertulias, se contaban historias sobre la cruzada, sobre caza de animales silvestres para comer asada y demás peripecias del camino.
No podemos dejar de mencionar a doña Pepita Peña de Martínez, en la calle del Comercio, una maravillosa matrona sastra de oficio, le cosía y confeccionaba los pantalones , blusas y calzoncillos rodilleros a los llaneros que venían con los arreos. Este dato fue ofrecido a quien escribe por su sobrino don Oldman Botello.
En los corrales de ·La Romana" y en una bodega cercana se reunían los dueños de fincas, comisionistas, comerciantes, jugaban partidas de bolas y dominó, bebían y aprovechaban para ver el ganado y negociar.
Un personaje muy especial fue don Eduardo Díaz, aficionado al juego de gallos. Funcionario municipal. Este hombre de buen carácter fue el encargado de las mangas y corrales. La autoridad que ponía el orden en "La Romana", Tuvo vida útil la "Romana" hasta principios de los 60... En 1965 le fue colocado en la entrada un letrero que decía: CLAUSURADA. La decisión tocó producirla al Concejo Municipal presidido por el señor José Tomas Ojeda.
Una cantidad de personas recuerdan una cosa muy típica. Algunos ganaderos de la zona entre ellos el señor Ramón Hernández, obsequiaron a la Junta pro festejo de la festividades patronales, el ganado para colear, así como las terneras para los habitantes de las cinco barriadas populares que existía en ese tiempo en La Villa. Nunca dejaron de colaborar.
En época reciente se recuerda la fila de jaulas ganaderas cargando para los más importantes centros de matanza del país, principalmente Caracas, Valencia y Maracay, Las unidades penetrando por trochas a los hatos, tanto en invierno como en verano. Según apuntes más reciente: Domingo Quintana, Francisco Patrocinio, Eusebio Carrizales, Luís Quintana, Avelino Cordova, Manuel Vielma, Ramón Ortíz, Andrés Meléndez, Porfirio Blanco, Concepción González, Inocencio González, Isidoro Rangel, Ramón Macero, José Domingo Oviedo, Marcos González, Carlos Alejandro Arteaga, Beltrán Rassman, Jesús Alberto Macero, "morocho" Ramos, Juan Martínez, Manuel Hernández, Agustín Castillo, el "catire" Luis Enrique Villasana, Oscar Hernández, Leopoldo Figueroa, Juan Ramón Rodríguez "Guirichi", Luís Tosta, entre otros. Una gran amistad y solidaridad unió a estos transportadores de ganado.
Como es bueno recordar, aquella era una época que nuestra economía se sustentaba en la producción de rubros agrícolas; la compra-venta de ganado. Predominaba el comercio mayorista, también la talabartería y alpargatería.
Hay mucho más que decir y anécdotas que contar. Esto solo son ráfagas sobresalientes de lo que significó La Villa en el pasado reciente, cuando por mucho tiempo nuestro querido pueblo tuvo un gran nombramiento a nivel nacional, como primer centro de comercio ganadero de toda Venezuela.
Oscar Carrasquel. La Villa de San Luís Tricentenaria
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