Por Oscar Carrasquel
En el marco
de las fiestas con motivo de la celebración de los 302 años de la confirmación de fundación de la ciudad nos tocó estar presentes en lo que hoy se conoce como la sede
de la Asociación de Maestros Jubilados del Municipio Zamora (AMEJUP), en cuyas instalaciones se concentró, para un compartir, los miembros del "Comité Organizador de las Ferias y Fiestas de la Calle Sucre", junto con un
grupo de almas humanas, femenino y masculino sobrados de virtudes. Acto amenizado por el arpa aragüeña del maestro Alfredo Sánchez y la voz errante del Niche de Aragua. La calle Sucre ya tiene sus seguidores y adeptos.
El objetivo de la presente nota es retrotraer un puñado de recuerdos que llegan a mi mente. Esa mañana pude ensayar una especie de
retrospectiva, comenzando por los espacios fundamentales de lo que era esta mansión en mi juventud,
la recorrí con los ojos llenos de ternura, me quedé mirando sin forzar la mente... Allí, la sala comedor. Allá, la habitación principal; los cuartos para huéspedes y en el fondo un jardín de rosas y claveles. Un teléfono góndola de pared en el recibo...La oficina de contabilidad del señor Dionisio
Infante, que poseía muchos libros en un armario, y cuatro amplios corredores con
piso de ladrillo.
Pero sobre
todo recordé la cantidad de coleadores que llegaban el 24 y 25 de agosto con motivo de las
fiestas en honor a San Luis Rey. De cuando
doña Carlina, mi madrina, esperaba a su hijo
el médico internista Simón Infante quien ensillaba un caballo castaño de su cría llamado “Carabobo”, que era costumbre utilizarlo
en las coleaderas de la villa. Concurrían
coleadores invitados de varios estados, especialmente Aragua, Carabobo,
Yaracuy y Guárico. El tropel de caballos que iban a ser utilizados en la coleadera
era encerrado en unos establos ubicados en un patio grande con comederos,
bebederos, y piscina para bañarlos. El ingreso era por el portón de campo ubicado por la calle Urdaneta al frente de la casa de los Lasaballeth. Esos
días era una algarabía la celebración, reunidos en toda la casa, en el traspatio florecía una mata de manzanas verdes y otra cargada de guayaba.
Don Dionisio
Infante fue un reconocido ganadero y coleador en su juventud. Tenía tres propiedades “La Providencia”, “El Deleite” y “Las Peñitas”, de árboles frondosos. El fluido de
las aguas del río Tucutunemo pasaba rumorosa por estos predios, rico en animales silvestres y la
fauna acuática. Don Infante, hombre
acaudalado pero muy dulce ocupó con
pulcritud cargos públicos de importancia y Presidente del Concejo Municipal de
Zamora, y tenía excelentes relaciones con todas las
familias en la calle Sucre.
Es reconfortante
preservar el recuerdo de las conversaciones que sostenían en el comedor a la hora que servían el banquete. Entre los asiduos
visitantes llegaban personalidades invitadas y coleadores de fama como el
doctor Julio de Armas, el doctor Díaz Martínez, Ismael Franco, Marcos Alfonzo, Frank Alfonzo, Guillermo Rivas y su hermano Chipilo Rivas; el Dr. Aquiles Fernández Ortiz y
sus hijos nacidos en Villa de Cura, Aquiles Fernández y Rafael Fernández. El médico veterinario Aquiles Fernández
fue gloria del coleo en Venezuela ganando campeonatos nacionales. De La Villa, en muchas ocasiones llegaban, Alejandro Tosta, Ernesto "viejo Torres, El Negro Tosta, Juan Bautista Hernández, su presencia era siempre esperada.
Refrescante
y agradable oírlos hablar de la historia,
cuentos y anécdotas del coleo y referirse a la calle Sucre como tradicional
manga de coleo en los años 47 y 48 del siglo xx. Allí me doy cuenta, aunque yo era un imberbe de apenas 12 años que estudiaba y
trabajaba en esta casa, que la historia
del coleo por la calle Sucre viene de
mucho más atrás.
El escritor Omar
Gutiérrez Hurtado, villacurano, amigo de
la familia Infante Gonzàlez, escribió
una obra titulada "Cuando el Tiempo se hace Corto". La obra citada me la obsequió su
prima Bergeny Curvelo Hurtado de Pérez.. Mediante una narrativa Omar desgrana un interesante testimonio. (pág. 183).
“Las coleaderas se hacían por lo
general en la Calle Sucre. Cerraban sus bocacalles al paso de peatones y vehículos
utilizando viguetas entrecruzadas amarradas con mecate y mecatillo. La
extensión de la pista tenía por lo menos diez cuadras, desde la esquina que
hacia cruce con la Sabana, donde se construía el corral para encerrar los toros
a colear, hasta la esquina donde vive don Eligio Arocha. Había música para alegrar el espectáculo. Una orquesta se
situaba casi siempre en el templete de la Reina construido por el señor
Dionisio Infante, a todo lo largo del
frente de su casa”.
Una de las reina de las fiestas patronales de aquella época, que yo recuerde, fue la señorita Yolanda Paradisi. El autor de
la obra en referencia nos refresca la memoria, indicando que la pista de coleo
llegaba hasta la esquina de la familia Arocha. No llegaba más allá, hasta los límites,
porque la esquina de lo que se llama La
Garita, era un cuartel. Es bueno recordar que la mayoría de las esquinas de la
calle Sucre tiene su historia y un nombre muy especial.
Dicen que el
tiempo todo lo cura y todo lo muda. A partir de los años 50 con la llegada del
progreso desaparecieron las calles con piso de tierra, y el gobierno del
General Marcos Pérez Jiménez, decretó allá por los años 50, con el
consentimiento y asesoramiento del Presidente del Concejo Municipal señor
Dionisio Infante que permitió que se
construyera la primera manga de coleo de Venezuela en un lote de terreno de la
Sabana villacurana.
Oscar
Carrasquel. La Villa de San Luis Tricentenaria
Foto del Laboratorio fotográfico de Ramón Alfredo Corniel.
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