Por Oscar Carrasquel
La vida del loco Pedro tal vez
muchos no la conocen, o no lo recuerdan; pertenece a la pequeña historia de este
pueblo. Creo que no había razones para que le acuñaran ese epíteto de loco. Pero así, con ese sobrenombre fue que se conoció en aquella Villa de
Cura de la segunda mitad del siglo xx. Pedro Liébano era su nombre real, nacido en la Parroquia Las Mercedes..
Yo que lo conocí puedo decir que no deambulaba sin disciplina por
la calle. Lo que sobrellevaba de nacimiento era un retardo mental y trastorno del habla, podía mascullar algunas palabras; además padecía de estrabismo o desviación de la
línea visual.
Su casa de toda la vida,
cálida de amor y cariño maternal quedaba en la calle del “Ganado”, que ahora es avenida Lisandro Hernández. La casa estaba ubicada en medio de dos botiquines, el Bar "El Pino" de don Miguel Torres, y en la
otra esquina el bar “Pan Pan” del trujillano, de Pampanito, don Tirso Tovar,
frecuentados por parroquianos que allí se daban cita para las cervezas, tenían patio
de bolas criollas y mesas para jugar
dominó.
Algunas personas parados en una esquina, fríamente lo seguían llamando
loco, “Ahí viene el loco de la
ramita”, porque andaba siempre con una rama elevada, la movía y la
miraba con una risa fresca y sincera, simulando que dialogaba con ella. A veces
la sostenía con las dos manos. El trozo de rama la obtenía cortándola de los arbustos de Retama de las empalizadas.
El "Loco Pedro" jamás perdió la frescura, su mundo de muchacho cariñoso
que intentaba hacer amistad con los muchachos que salían de la escuela Arístides
Rojas, pero lo esquivaban. Cuando Pedro asomaba por la calle Sucre,, enseguida dejaban el juego de metras vacío. A Pedro, poco le importaba,
pues seguía tranquilo su camino batiendo su ramita..
Doña Santiaga, la madre de crianza, vivía en una pobreza que desgarraba, sobrevivía la pobre del
lavado y planchado de ropa ajena, y con ello reunía lo suficiente para que
Pedro le hiciera los mandados a la bodega. Era frecuente verlo en el trayecto
de la calle Urdaneta; caminaba
hasta llegar a la bodega "Las Brisas" donde era atendido por el señor
Lope Esaa, en la calle Sucre, que le quedaba más cerca, donde compraba
provisiones con una lista que le entregaba .la madre.
El trabajo que en ocasiones le vimos realizar,
fue de comprar kerosén y leche de ordeño a don Benito Pérez, quien
expendía estos productos montado sobre un Quitrín, a cambio del mandado la gente le regalaba algunos centavos, que entregaba integras a la madre.
La mamá lo cuidaba mucho salía a la calle vestido con pantalones de dril a media pierna y camisa marrón manga corta; ropa zurcida pero limpia y bien planchada, usaba alpargatas de calzado diario. Nunca supo de juegos callejeros y menos de escuela.
Pasado el tiempo le tocó caer en una profundo aflicción, cuando la muerte
despiadada le arranca a la madre, agobiada por tantas enfermedades. Un gran
golpe para él.
La ultima vez que que lo vi, su inconfundibles sonrisa, ennegrecido por el sol, el pelo ensortijado,
canoso, ya había perdido parte de la dentadura, sus pasos se hicieron cortos y
lerdos.
Yo le perdí de vista, nunca más tuve noticias de él, ni cómo fue su
despedida de este mundo. Una fuente me explicó que fue de muerte natural,
tumbado en un catre fue encontrado el siguiente día.
“El loco Pedro”, mote que tuvo toda su vida, fue un individuo apacible, sano, y muy amigable con
todos. Me imagino que, un coro de ángeles lo recibieron en el cielo.
Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, Tricentenario
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