martes, 28 de diciembre de 2021

DON TESTAMAR EL REPARADOR DE SOMBREROS

 

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Por Oscar Carrasquel


Apareció en mi mente como un celaje del cielo la figura de nuestro gran amigo El Negro Testamar. Ciertamente, entre los años 50, 60, del recién finalizado siglo xx, habitó este señor un cuartucho cuyo frente desembocaba en la calle Comercio. Se la alquiló el larense, de Cabudare, don Juan Aguilar Solaine, a la altura de La Alameda Crespo de nuestra comunidad de Las Tablitas de Villa de Cura, estado Aragua, El arrendamiento de la pieza en aquel tiempo no pasaba de 20 bolívares mensual..
Recuerdo que lo ayudamos en la mudanza, por cierto bastante liviana y ligera; entre las cosas me acuerdo que cargamos sobre la carreta del señor José Heredia, una camita "catre" plegable, una sombrerera, un juego de dominó, un radiecito Phillip, una hamaca colgante, un "Primus", dos sillas y corotos de cocinar.  De medio uso lo que llevaba consigo.
El Negro Testamar, como cariñosamente nos acostumbraron a llamarlo, desempeñó un oficio poco común. Era maestro en un arte nuevo y difícil al que entregó toda su vida, era el único reparador de sombreros en la región central de Venezuela. El oficio lo traía de Guayana. Contaba con una gruesa clientela de aquí y de fuera. A diario se podía observar sentado en una silleta de cuero recostado bajo de las ramas de un árbol un roble, enfrente, zurciendo y cepillando toda clase de sombreros lo que le permitía vivir con dignidad. Nunca llegó a tener ayudante.
Se trataba de trabajos por encargo, sobre todo remozando sombreros de los que usa el llanero, y también reparaba sombreros sofisticados de marcas. Muchas veces regresaba a la vida un sombrero Cordobés y sombreros finos de damas. Por allí desfilaba mucha gente de Caracas,y de otras ciudades y pueblos, ganaderos, productores, comerciantes a quienes le prestaba servicios. Se relacionaba con gente de la ciudad y del campo. Además tenía una especie de lavandería de este distintivo tan usual por el venezolano en esa época. Lo cierto es que de su taller salían los sombreros como nuevos.
Para quien no lo sabe, su apellido no era Testamar. Su nombre real era Jesús María Arrabate. Nos refiere el historiador Oldman Botello que se hacía llamar TESTAMAR, como lo conocía la mayoría de la gente, porque este era el apellido de su padre. Se calcula que Jesús María llegó a Villa de Cura jovencito entre los 23 y 25 años de edad. Nunca se fue, desde ese mismo día se hizo villacurano adoptivo. Se granjeó muchas amistades por su carácter jovial y bonachón, muy querido en el pueblo..
Alto, grueso, bebedor de ron, glotón, de ojos brotados, solterón; amigo de los bailes en el salón de don Pancho Espi y amigo de los disfraces de "dominó" en los 4 días carnaval. Se divertía  piropeando con clase a las damas que le pasaban por el frente con su risa para regalar a todo el mundo.. Me cuenta una dama villacurana de aquella época que "sus piropos no eran detestables, ni odiosos" 
Se piensa que había nacido en San Fernando de Apure donde se residenció la familia muchos años. Los apellidos Testamar y Arrabate son originarios de Ciudad Bolívar y Caicara de Orinoco, según nos apunta el historiador Botello.. 
Tenía preferencia por la comida preparada por él mismo, cocinada en uno de esos artefactos antiguos llamados “Primus”. Cuando le llegaban amigos a visitarlo, en un coroto de totuma, hacia una preparación fría de aliñado de tomate, cebolla y ají dulce, con el agregado de sardinas en lata, o atún, y le agregaba catara traída de Guayana.. Con el acompañamiento de pan de piquito que le suplía  la panadería El Comercio de don Juan Pancho Rodríguez.
 Testamar era un hombre que odiaba la nostalgia. Le gustaba oír radio para aprenderse de memoria las canciones, aficionado a leer en revistas y periódicos todas las mañanas. Tenía fuerte y buena voz para el canto.  La veces que se reunía no faltaban a esos encuentros el musco don Ángel Briceño,  don Leandro Nieves, don Esteban Nieves, don Juan Pancho Rodríguez, el pollo Osío y otros artistas del momento, Testamar actuaba cantando tangos, canciones románticas y valses criollos. La clave es que no faltara en la tenida una generosa botella de "Santa Teresa"...Llegó a ser tan popular que la gente sin conocerlo se paraba a oír sus cuentos.
De todas sus virtudes no podemos dejar de mencionar que tuvo una gran legión de amigos para el intercambio social, entre ellos recordamos a don Leandro Nieves, José Núñez, Manuel Melo, sus vecinas Rosario Álvarez, Rita Álvarez, Josefina Alvarez, Fulgencia Izaguirre, Luis Manuel Botello, Félix Montaña, Teódulo Aguilar, el poeta J.M. Morgado que tenía la tipografía a cuadra y media, Alcides Alvarez, Rafael Ortega... 
Así conocimos y quisimos siempre al Negro Testamar con esa bonhomía en su comportamiento y dedicación a su trabajo. Lo más importante es que su nombre no se ha borrado aún, permanece en la memoria y en el acervo popular villacurano.
Testamar sabía afrontar la soledad, vivía solopero siempre alejado de lo triste, pero la vida es corta. Lo que no puedo olvidar es que disfrutamos mucho de su amistad. Nuestro aprecio a don Testamar transciende porque fue gran amigo de nuestra familia, en especial de nuestro padre. Cuando fuimos hombres ya hechos y nos tocó levantar tienda aparte, compartíamos buenos ratos, degustábamos de un suculento cruzado servido en totuma ahí en el patio.  Yo recuerdo el infausto día pero no logro recordar con exactitud el año de su deceso en La Villa. Aquí donde se aquerenció reposa su osamenta en el viejo cementerio municipal. Que en paz descanse tu alma, Negro.


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NOTA: Fotos archivo Editorial Miranda tomadas de la revista Expresión número 51/2011


                                                                                  

                            Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, febrero 2019


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