Por Oscar Carrasquel
La casa de la infancia de grandes recuerdos, de zaguán y ante portón, de cálidos y viejos paredones, de largos corredores con aroma de jazmín que con el tiempo llegamos a conocer. Un paraíso apropiado para los sentimientos de afecto, para retratarse hombro con hombro, tiempo hermoso.. Allí viven unas amigas del alma al rescoldo de un jardín de rosas de bellos colores donde todo reverdece. Una poeta valiosa y escritora de un gran pueblo. Un viajante con sus barbas níveas de sabio. Un febril visitante viejo amigo de la casa se juntaron los tres. Rosana Hernández Pasquier, Rafael Rodríguez Galindo y Oscar Carrasquel, unidos por la arteria vital y fraternal de la amistad.
Una tarde inolvidable entre cafecito y cafecito, un cirio pascual que relampaguea apurado en todo el medio de un mesón, unos libros de poesía de luz propia de la escritora, y una conversación que gira entre tres polos: lo religioso, la literatura y la sublimidad de la existencia. Gracias a Dios Rosana y Flor María, dos botones de la floresta materna cultivando fragancias, siguen su marcha heroica con sus sueños y luchas a pesar de los eriales que rodean la vida. Una tarde de alegría para disfrutar cuando uno se encuentra con unos amigos de verdad, los de siempre, los que están al lado del corazón.Sin tener que pensar que la vida es solo un pasar de hojas del almanaque.
Foto tomada por la profesora María Teresa Fuenmayor.
Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, noviembre/ 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario