Héctor Lombano "Casunga". Foto archivo O C, arreglada por el laboratorio de Ramón Alfredo Corniel
Por Oscar Carrasquel
Cuando llegamos estaba dándole cachetadas a un tambor. Con una gorrita deportiva que le quedó de cuando jugaba pelota sabanera, y andaba para todos lados pedaleando una bicicleta de reparto Siempre a nuestro
amigo moviéndose por los predios del barrio La Represa y la calle Páez. Desde que dio sus primeros pasos vive en el Paredón de la Represa en
una callecita ciega como una encrucijada. Héctor
Lombano es su nombre bautismal, mejor conocido en la comarca con el mote de CASUNGA.
Llegó al mundo en Villa de Cura, municipio Zamora, Estado Aragua un 18 de
septiembre de 1940. La madre fue una abnegada matrona llamada Teodora Lombano, y
su padre don Antonio Bolívar. Se crió al lado de la madre venciendo penurias.
Desde temprana edad salió por su propia cuenta del nidal, desempeñó cualquier tipo de
trabajo honrado. Su nombre aparece también en el deporte y en la actividad musical, además
locutor de radio emisora. Está al tanto de todo lo que ha sucedido en este
pueblo porque desde que era un niño, ha recorrido sus ámbitos de
confín a confín. Conversamos largamente debajo del follaje de un inmenso árbol de samán. Todo aquel que entre por esa puerta se va a
encontrar con un loro real, sin jaula, calladito, pero ese día cantó, se reía, y se le oyó repetir unas cuantas palabrotas.
Su primera tarea siendo un muchacho flaquito fue la de guiar como un lazarillo a un anciano privado de la
visión llamado don Antonio Pantoja, quien a mitad del siglo xx andaba en La Villa tocando de puerta en
puerta, solicitando “una limosna por el favor de Dios”. Lombano no tiene empacho
en reconocer que, ayudando a este señor invidente fue como se ganó sus primeros
centavos, y entregaba el sencillo íntegro a su mamá para ayudar a los
gastos de la casa.
Toda su vida ha sido trabajar. Desde
pequeño, su progenitora por necesidad económica le inculcó y le dejó como herencia el amor por
el trabajo. En la vida ha sido limpiabotas, pregonero, heladero,
cargador de maletas, vendedor de empanadas y granjería hecha por la señora Josefa Pineda; unas
veces fue vendedor de leche fresca de ordeño a domicilio, vendedor de cachapas de
maíz tierno, hallacas decembrinas, repartidor de arepas de budare y peladas por
encargo, que hacía su amada madre para la venta. Todo esto lo hizo en la etapa
inicial de su vida.
Ahora le ha tocado hacer de pulpero, abrió y organizó en La
Represa una bodeguita que
lleva el nombre de "LA PARADA, En aquella oportunidad de la visita expendía chucherías,
golosinas, atún y sardina enlatada, guarapo fuerte y la rubia bien fría. La
gente de La Represa, El Toquito y los
que iban y venían de Santa Rosa se detienen porque atrás tiene cancha para
el juego de bolas criollas y mesa para dominó.
El muchacho probó lo que era batallar de verdad, cuando a pesar de ser
menor de edad le tocó trabajar en faenas de agricultura, el
salario entonces era treinta bolívares semanales que le pagaban en la hacienda Montero, laborando en la siembra, cosecha y riego de abono para
las plantaciones de tabaco, caña de azúcar y algodón.
Ya pasaron raudos los años de brega, más suave lleva ahora la vida este
caballero que ya ha superado los 83 cumplidos. Visita de
vez en cuando a la casa de un amigo; dos de sus hijas le acompañan, protegen y le
alegran el espíritu. Tumbado casi todo el día en un viejo catre o en un
chinchorro, en un rancho al lado de la vivienda ampliada. Muchos años vivió allí con su tío, el agricultor Rafael Alvarado. Conocimos a don Rafael, este
viejito simpático y amable. Trabajador del campo pero visitaba la ciudad. Muy gustoso de lisonjear a las faldas a pesar de alcanzar los 90. "a mi me dejarán de gustar las mujeres cuando muera". Así era su consigna.
Héctor Lombano no fuma, no bebe licor, sencillo, humilde, le gustan las hembras, pero
también se hace respetar allá en su terreno. Se trata de un hombre serio,
casero, que sabe patronear un hogar, sabe cómo tratar y distinguir de acuerdo
con la persona. Casunga aprendió a querer y dejarse querer, por ello es un buen
cultivador de la más noble amistad, se jacta de tener buenos amigos de toda la
vida, y comienza nombrando a don Miguel Alayón, Félix Nieves, José A. Pulido y
otros, algunos ya se fueron de la vida terrenal. Quien mucho lo conoce sabe que a este hombre le sobra la entereza.
En otra época en Venezuela se podía ser bondadoso y caritativo, muy útil a los niños y las
personas mayores necesitadas. En cualquier lugar que se programara la
realización de una vendimia, o cualquier otra iniciativa destinada a servir con
amor al prójimo; para animar una
actividad benéfica o deportiva, allí estaba él; dispuesto
a colaborar con su animación, poniendo a la orden las cornetas y elementos de perifonear
que transportaba sobre la canasta de una bicicleta de reparto.
Siempre se ha caracterizado por su amor al micrófono, moderador de programas en emisoras de radio. Fue así como ha logrado cubrir espacios
sirviendo a la comunidad y cooperando con la cultura en algunas de las emisoras FM instaladas en Villa de Cura, fue locutor en Radio Impacto, Radio Zamoranos y Radio Kristal.
Recuerdo que ejerció como narrador de los juegos de béisbol en el
estadio Ramón María Acosta, aprovechando los conocimientos que tiene de
este deporte. Acompañó en la trasmisión de los juegos a los narradores y comentaristas de la talla de Pedro Ezequiel González, Eleazar Rodríguez, el Niche González y Antonio
Arias. No en balde fue jugador de pelota sabanera, por esa razón es conocedor
de todos los detalles y secretos de este deporte. Quien escribe lo conoce bien,
fue una especie de Acuña Junior, custodiando los jardines, bateando y corriendo
las bases.
Lo demás fue narrar en las canchas de los botiquines las incidencias d elos campeonatos de bolas criollas junto con Pedro Ezequiel Gonzàlez. En broma
don Pedro lo presentaba como “Casunguito”, trabajaron en las transmisión de los eventos en la
cancha del bar El Samán, y en el bar de
Pablo Montevideo.
Vive felizmente en la compañía de sus dos hijas ya casadas, ellas se
llaman Milagros y Lilian, generosas y atentas. Ambas saben lo que es preparar
un delicioso mondongo y servir un café y una taza de fororo. En esta ocasión
nos sirvieron comida como si estuviésemos sentados en un restaurant. También
le acompañan sus yernos y adoradas nietas.
Muchas veces monta los aparatos de trasmisión en el techo de su casa,
para animar algún evento que es escuchado en todo el barrio La Represa y sus
alrededores. Los altoparlantes los sube sobre el tejado cualquier día especial
para divertir a los habitantes del barrio y los rededores, tal como el
“Día de la Madre”, “Día del Padre” o “Día del Niño”, la Navidad y promoviendo
el coleo en fiestas patronales. Realiza entrevistas a la gente que camina por
la calle.
Algunos Gerentes del municipio Zamora han reconocido y valorado sus
ejecutorias de cultor y músico popular, ha sido galardonado por el Concejo
Municipal con la “Orden Ciudad de Villa de Cura”, además de varias
condecoraciones, medallas y diplomas de entidades oficiales, organizaciones
deportivas y privadas, los cuales conserva pegados en una cartelera, y recortes
de periódicos y revistas en un mural.
Casunga es también cultor del humor, está lleno de un montón de anécdotas,
venimos a contar una de ellas. Se trata de la vez que la señorita Josefita
Pineda lo mandó para la calle a vender unas empanadas, y de regreso se distrajo
jugando metras con otros muchachos; esto le causó un disgustó a la niña, quien
terminaba de sacrificar un marrano sobre
un mesón; la señorita Josefita le dio su reprimenda al muchacho:
--Mira carricito, así como le hice a este marrano te voy hacer,
cuando te mande a hacer un mandado y te pongas a jugar en la calle”.
El mismo día, Casunga alistó sus coroticos, corrió a su casa y fueron
inútiles los llamados de Josefita para
que regresara a trabajar con ella.
Lombano es cantador de aguinaldos, se mueve facilito como pez
en el agua con todo lo que tiene que ver con el canto y los instrumentos de
parrandas. Fue fundador de la famosa parranda navideña "La Flor de la Represa”. De repente
lo podemos ver tocando el tambor o el chimeco, o haciendo coro acompañando
a “Los Turupiales de Aragua”. A veces con el conjunto gaitero “Alcides y su
Parranda”, y también con “Los Jomarcas”, para animar una parranda las horas que
sea necesario.
Durante más de tres décadas se dedicó a impulsar y coordinar por
cuenta propia, los concursos de parrandas navideñas en la plaza Miranda de Villa
de Cura. Fue también cantador de décimas en los recordados velorios de la Cruz
de Mayo, en casa de Alejandra Castillo, en la antigua calle Guárico.
La sangre artística y musical se sigue expandiendo, ya está brotando la
cosecha, tiene una nieta que apunta como un verdadero prodigio del canto y tocando
guitarra, y la otra nieta asoma como modelo de las tablas y la danza, ya
conquistando importantes espacios en este arte.
De Casunga se puede decir que es católico creyente y
practicante, por eso es fácil distinguirlo en la Gruta siguiendo la procesión del
Santo Sepulcro y la Peregrinación, siempre está en contacto con el Padre Salvador
Rodrigo y con las hermanas Catequistas
de la Virgen de Lourdes; de allí seguramente surge su espíritu de solidaridad y
sabiduría, con el corazón lleno de
fe cristiana.
Lombano es un hombre de palabra contundente, no se deja
dominar fácilmente. Me cuenta inmediatamente que hace años vivió una unión de pareja, pero surgió un inconveniente, porque la
señora profesaba una creencia religiosa distinta,
Por ese motivo terminaron. Y allí siguen ocupando su lugar en un
santuario las imágenes del Corazón de Jesús, la Virgen de Lourdes,
San Luis Rey y otros santos que le acompañan.
Sostener una larga conversa con el amigo Casunga no cansa, es como hacer una
excursión a la montaña y regresar, solo se necesita dejarse llevar por su
narrativa con atención.
En aquella tarde de brisa fresca cuando empezaba a oscurecer, tomamos otro café negro, al fin detuvimos la conversa, y nos retiramos a las seis en punto a tomar el autobús; queremos dar a conocer muchos episodios de su vida pintar sus ilusiones, alegrías y su nostalgia.
Oscar Carrasquel. La Villa
de San Luis / Tricentenaria