sábado, 27 de mayo de 2023

EL AYACUCHO EL CINE DE VIEJOS TIEMPOS QUE YO CONOCÍ Y EXTRAÑO.

Pantalla y sala de "Preferencia" del Cine Ayacucho. Foto de la familia Centeno

Por Oscar Carrasquel

Cuando nombramos al CINE AYACUCHO, sencillamente nos estamos refiriendo a un rinconcito romántico que guardamos en el disco duro de los recuerdos. Se trataba como todos saben de una sala de proyección cinematográfica que a pesar del tiempo transcurrido no deja de latir en la mente y  el corazón  Un importante icono del ayer que tuvo su auge en las décadas de los años 40, 50 y 60 del pasado siglo xx.  Sin embargo, se dice que no fue el más antiguo de la ciudad de Villa de Cura.  Existió  también el "Cine El Corralón" que pasó a llamarse "Cine Central" y "Cine Sucre". Nos informan  que del "Cine Ayacucho" fue  dueño y promotor el señor Miguel Borges que aquí fundo familia. Hoy en día el cine propiamente dicho ha cambiado mucho, como todo cayeron en el abismo. Vivimos una nueva soledad. 

Desapareció, se fue como un soplido esta sala de diversión, terminó su recorrido en la séptima década del pasado siglo, posiblemente acorralado por los avances tecnológicos;  y además, la familia tuvo la ocurrencia de salir de la estupenda casona donde funcionaba el cine. Uno de nuestros símbolos  de recuerdos infinitos que no pudo evitar el golpe del martillo y la piqueta.

Aun existen muchas  personas en Villa de Cura que no dejaron de divertirse en esta  sala de cine, el cual estuvo instalado en la calle Real calle Bolívar, diagonal con la plaza Miranda.  En su lugar lo que existe hoy es un pequeño centro comercial, y al frente unos ventorrillos, ventas de jugos, frutas y verduras que ocupan toda la cuadra.

El "Cine Ayacucho" proyectaba películas de vieja data, consignadas por la Distribuidora Salvador Cárcel, además de cintas norteamericanas producidas por la Metro Golden Meyer, cuyas corporaciones disponían de representación en la capital de la República. Día a día despachaban dentro de un saco de fique los rollos de películas a los cines del interior. Particularmente a La Villa las traía en su auto  de cargar pasajeros el señor Rafael Èxime y don Paco Villalobos..

Podemos recordar que las cintas cinematográficas preferidas por los muchachos de mi edad eran las  basadas en el oeste americano, protagonizadas por unos vaqueros de estatura universal de nombre  Clint Eastwood"; .John Wayne,  Bud Lancaster, Gary Cooper y Alan Laad.

Estas remembranzas  sobre el "Cine Ayacucho" cobran importancia,  ya que entre sus trabajadores figuraba un amigo nuestro de nombre Pablo Centeno, un hombre humilde oriundo de Cagua, que ahora no está, porque se fue con el silencio de la muerte. Esta persona en la época de oro de este cine, cuando era bastante joven, lo vimos que paso a paso se fue haciendo experto en la proyección de cintas cinematográficas en  la pantalla gigante.

Pablo Centeno comenzó en el "Cine Ayacucho" como obrero de limpieza, pero a la vez, como buen pensante se ponla a observar de cerca los movimientos de un señor llamado Rafael Ávila....Don Ávila venía de La Victoria contratado por don Miguel Borges, ya que en  La Villa, en esa época no se disponía de operadores de cámaras cinematográficas. Ahí Centeno comenzó su marcha.

 

Pablo Centeneo en la sala de máquinas

Allí están los recuerdos de Pablo Centeno como protagonista, nos habló muy bien del "Cine Ayacucho", agradecido  de su antiguo patrono, cuya empresa lo cobijó  durante 18 años, tal como si fuese uno de sus hijos predilectos. Es oportuno señalar que en otra etapa  fue también operador de proyector el señor Rómulo Bermúdez (qepd), un hombre muy sencillo y tratable a quien conocí mucho.. 

Esta sala de cine era bastante  espaciosa, poseía un amplio salón. En tiempos que el país disfrutaba de la política seria, no escapaba para la realización de mítines y conferencias de los partidos políticos, y  eventualmente se presentaron en su espacio veladas de teatro y actos culturales organizados por los planteles públicos y particulares.

La cartelera del "Cine Ayacucho" era muy variada, uno se pasea  por los recuerdos y no puede dejar de enumerar  aquellas películas que más sonaron en la época, tales como:  “Las Aventuras del Capitán Maravilla” con Billy Watson;   “Lo que el viento se llevó” con Clark  Gable y Vihien Leigh;  “Tarzan, El Rey de La Selva”, protagonizada por Johnny Weissmuller; “Los Peligros de Nioska”;  “Allá en el Rancho Grande” con Jorge Negrete y Lilia del Valle;  las series “Fumanchú” y “El Fantasma•“;  “Juan Charrasqueado" ,con Pedro Armendáriz;  todas las películas de Mario Moreno “Cantinflas”, cuyas exibiciones eran devoradas por una gran masa de espectadores.

También veíamos con animoso sentimiento infantil las películas de corte humorístico como “Los Tres chiflados”  y “Viruta y Capulina”  "Tin Tan" y las películas rancheras con Pedro Armendáriz,  Jorge Negrete, Pedro Infante, Antonio Aguilar y Luis Aguilar. 

Fueron muy admiradas por nuestra generación las actrices mexicanas de la época como: Sara García, Miroslava Stern, Marìa Fèlix, Silvia Pinal, Dolores del Río. Y particularmente  las más sensuales rumberas del cine mexicano que nos hacían sentir escalofríos en el cuerpo tal como María Antonieta Pons, Amalia Aguilar, Tongolele,  Rosa Carmina, y otras. En 1950 hizo su debut una de la más atractiva producción fílmica ambientada en Venezuela, se tituló “La Balandra Isabel llegó esta tarde”  protagonizada magistralmente por Arturo de Córdova y la espectacular Virginia Luque.

 En esta sala de cine disfrutamos  una de las películas más impresionantes que hayamos visto cuando  muchachos titulada “El Jorobado de Nuestra Señora de Paris”, caracterizada por QUASIMODO.  Pasado el tiempo cuando nos fuimos haciendo hombres nos enteramos que esta novela está basada en una obra escrita por el poeta y novelista francés Víctor Hugo.

 Entre otras cosas que podemos reconocer es que esta sala de cine contaba con un público de muy buen comportamiento. Casi no se presentaban trifulcas ni griterías.  El área principal se denominaba “Numerado”, con butacas tapizadas donde se sentían a gusto las bellas jóvenes villacuranas  que entraban acompañadas de sus respectivos  novios y al garete las chaperonas. Imposible dejar de recordar que  se ingresaba por una puerta ancha cruzada por una refinada cortina de terciopelo encarnado. 

El ambiente  popular se llamaba “Galería” que algunas personas despectivamente solían llamar “gallinero", por las pequeñas escaramuzas que allí se formaban, con asientos de madera en línea paralela. Una entrada por “Numerado” tenía un valor de Bs 1,00 y por “Galería” Bs 0,50. Algunos lo encontraban caro. Y que no se le ocurriera a alguien entrar ensombrerado porque la rechifla era ensordecedora.

Durante el pase de la película se interrumpía el rodaje por unos minutos, las luces del salón las apagaban para retomar  la proyección. Esa parada se denominaba “Intermedio”. La sala se convertía en un cuarto oscuro; y entonces las parejas -algunas- aprovechaban el momento para darse un apretón, sin sobrepasarse de la raya amarilla, con respeto, de repente aparecía un buen pellizco., Estaba de moda los vestidos anchos con armador.

Durante la citada pausa hacia su aparición un muchacho, un catire que todos llamábamos “Red Ryder”, por su afición en leer y comerciar novelas vaqueras, vendiendo entre los espectadores unos   deliciosos caramelos rellenos de miel y disponía de otras chucherías..

Por esta sala de cine paseamos los jóvenes  de entonces nuestras penas, también las alegrías Tenía dos cornetas grandes instaladas para producir música popular.. Resuena en mis oídos el sonido de un gran timbre colocado en la cornisa del edificio. Dicho timbre era pulsado tres veces; el primer repique era una especie de saludo, el número dos indicaba que se aproximaba la función, enseguida el último  toque  el comienzo de la proyección. 

Existió en este cine un reglón que no debemos de obviar, como eran los llamados Tráiler, que se mostraban en la antesala de la función, unos videos que tenía como objetivo la promoción de las películas en cartelera.  Aparte se pasaba  un porcentaje de cuñas comerciales en diapositivas de productos y servicios..

 En la antesala del establecimiento se compraban  los tikets las entrdas. Al lado de la taquilla en un local aparte nos proveíamos  de las cajitas de chicles  Adams, por un valor de 0.25, con sabor a menta, canela o yerbabuena. También a locha los cartuchos de maní,  y las raciones de cotufas  costaban 0.25. Algunos saboreaban barquillas y tinitas de una heladería allí ubicada , tenían un valor de  0,25 las pequeñas y 0.50 los vasos grandes,  atendido el negocio por la gentil señorita Belén Álvarez y por su administrador  el popular Macuto. Casi siempre se aparecía por los alrededores   "El Pollino" con su carro de raspados, a locha la ración.

 Entre los expendedores de “entradas”  recordamos a   María Sulpicia Parra y  la simpática Inés Terán. Entre los taquilleros en los años 60-70  vamos a nombrar  a los adolescentes Juan P. Álvarez, Manuel Vicente Zapata “Pelón” y Héctor Mena, apodado “El Chino Mena”.

 Y recorriendo las principales calles del pueblo se veía jineteando una bicicleta, un amigo que se llamó José Gregorio Lovera, quien tenía la misión de amarrar en los postes de las  esquinas las carteleras con el titulo de las películas del  día, con exposición de fotos originales de actores y actrices. Recuerdo que el domingo en toda la entrada del cine, le obsequiaban a uno  unas cartulinas con indicación de la programación de las películas de toda la semana. Como mención especial los cines tenían un día, lunes o martes popular. Las localidades se llenaban.

 En resumen, estamos muy agradecidos de Pablo Centeno, ya fallecido, un hombre afable que nos ungió con su amistad y nos contó muchos pasajes que nos hace imaginar el pasado. Todo como si fuese un sueño largo que se va, capaz de estrujar el alma; muchos episodios inolvidables como para armar la trama de una película.

 Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis de Cura, la tricentenaria

Auxiliar de este blog Ramón Alfredo Corniel.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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