Don César Varganciano. foto archivo familiar
Por Oscar Carrasquel
Don
César Varganciano fue un ciudadano cargado de numerosas vivencias y virtudes, catire, callado, enchaquetado, gustaba vestir impecable, así
quiero recordarlo como el amigo leal. Nos encontrábamos en la calle en el rayar
el alba de cualquier día, o bien en el frescor de uno de esos atardeceres de la
vida cotidiana. Se solía ligar a las festividades de la calle Páez. Lo conocía
mucho por la cercanía de los grupos familiares, por su condición humana y su
trato campechano. Así fue siempre su estilo de vida.
Todavía
el pecho se ahoga por la muerte de este
amigo que un día llegó a La Villa proveniente de Belén. De la Sierra carabobeña
de nubarrones y sol, de familia religiosa, pobre pero de valores. Le tentó
seguramente beber el agua fresca de la quebrada Curita y se quedó en la ciudad de Villa de Cura, su
parada final. Aquello ocurrió en su temprana juventud. En La Villa sembró familia
y numerosas amistades. César fue un hombre serio, reservado pero de ánimo
oportuno y espíritu alegre.
César Augusto Varganciano Reverón era su nombre completo, nació en el apacible
pueblo de Belén, Municipio Carlos Arvelo, Estado Carabobo el 11 de septiembre
de 1941, serranía ubicado al sur del Lago de Valencia, aquellas tierras de cultivo
y viento fresco,. Su partida de nacimiento reza que fue presentado en la ciudad de Maracay;
hijo de doña Luisa Reverón, su padre se llamó don Jesús María Varganciano, ambos
agricultores de conuco
César Augusto llega a Villa de Cura en los años sesenta
durante el gobierno del señor Rómulo Betancourt. La ciudad de calles tranquilas
del ayer lo recibió con las puertas abiertas; era la Villa de San Luís de Cura la más atractiva al visitante de toda la región central aragüeña. Este joven sintió a esta villa
como si fuese su misma tierra.. provenía de una familia campesina
cuyas raíces nunca cayeron en su olvidó.
César se inició en los estudios en
una escuela pública en su tierra donde culminó el 6º grado de primaria.
Posteriormente migró a la ciudad.
Se dedicó a cumplir aspiraciones que lo llevaron
a ser un miembro prominente de la Iglesia Católica. Abrazó una misión al lado de Dios, por unas tías allá en Belén, las que en algún momento
descubren su inclinación por la vida eclesiástica.
Cuando aún era un niño fue ingresado al Seminario Diocesano de Caracas, y
tuvo también una larga pasantía por los Seminarios de las ciudades Barquisimeto y
Valencia; Duró 10 años de su juventud como estudiante en tres Seminarios
distintos.
A César se le llenó el espíritu de ser un ferviente servidor del Señor a través
de la religión católica, era un joven talentoso muy estudioso de la Biblia; en
su paso por el Seminario de Barquisimeto, guiado por el destino divino buscó la
presencia de la madre de Dios a través de su devoción por la Santísima Virgen
La Divina Pastora. Seguidor de la peregrinación mariana todos esos años en
Barquisimeto, cada 14 de enero.
Pese a su apego a la dignidad de la iglesia se vio en la necesidad de abandonar porque
la carrera era demasiado larga, costosa, y las tías no tuvieron como continuar.
También por la necesidad de ponerse a trabajar y ayudar a sacar adelante a la familia.
Los años iniciales en Villa de Cura fueron para entregarse a su nueva profesión
donde se destacó como entrenador deportivo en el recién creado Parque de
Recreación Dirigida del CVN en los años 60 (hoy parque Niño Simón)... César Varganciano aprovechó las enseñanzas recogidas de cuando era estudiante de colegios
católicos y no tuvo dificultad para desempeñar la docencia, fue maestro
interino de aula en colegios públicos de Villa de Cura, siendo de gran ayuda
para maestros y alumnos.
Un día de esos, César tuvo que escoger otro camino buscar otros horizontes, quería
realizar otro trabajo que respondiera más a su vocación, a su espléndido
humanismo; fue a parar al Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, hizo
cursos de capacitación en Valencia, en la CHET Ciudad Hospitalaria “Doctor
Enrique Tejera”, en cuyo laboratorio se preparaba el personal para la batalla
contra la Oncosincosis, Leishmaniosis, lepra, con la finalidad de atacar a
fondo las enfermedades metaxenicas.
Allí confluían muchos ciudadanos provenientes de todas regiones del país,
compartiendo idéntica preparación que luego fueron trasladados a diferentes centros
de atención hospitalaria, hicieron análisis y pruebas en el hospital viejo de
Villa de Cura.
César cumplió responsabilidad como visitador sanitario en comunidades
rurales en la campaña antimalàrica emprendida por el Doctor Arnaldo Gabaldón. Finalmente
se desempeñó durante un largo tiempo como Inspector y Supervisor de Sanidad.
Su cabal desempeño en la Dirección de Sanidad tuvo su compensación
naturalmente, fue objeto de diversos reconocimientos por su destacada labor; placa por el Servicio de Dermatología Sanitaria del Estado Carabobo en
febrero de 1999; reconocimiento por su destacados servicios concedido por la
Gobernación del Estado Carabobo el año 2003; Diploma por la Fundación Instituto
para la Salud del Estado Carabobo (INSALUD), entre otros.
Aquí en Villa de Cura conoció a una joven trigueña buenamoza hija de doña
Genoveva Ortega de Ybarra, radicada en la calle Páez. Se enamora de la joven
Gladys Ybarra Ortega, contraen boda el 25 de mayo de 1961. Se juraron amor
eterno y supo cumplir su palabra, compartió su vida con ella hasta el final de
su existir.
De la
unión matrimonial fueron llegando los retoños: Liseth Varganciano Ybarra,
Yezenia Varganciano Ybarra, César Augusto Varganciano Ybarra y Jhonathan
Varganciano Ybarra Todos sus hijos optaron por el estudio, y después de
concluidos estos deberes se dedicaron con amor a su trabajo. Fue un abuelo
querendón fortalecido con la presencia de sus nietos: Lizz Estefanía, Augusto
César, Yannaliz Valeria, Augusto Alejandro, Jhonathan Alejandro y Santiago
Enmanuel.
Entre sus
hijos está la Médico Cirujano Liseth Varganciano de Corniel, egresada de la Universidad
de Carabobo, casada con Ramón Alfredo Corniel. Pienso que. para
Varganciano, Ramón Alfredo fue semejante a un hijo propio.
Don César
Varganciano, cuando era sanitarista, en el ejercicio de su compromiso laboral,
por ese ir y venir a su trabajo se pasaba unos días fuera de la ciudad,, sin
embargo venía periódicamente a reunirse y compartir en familia, con su espíritu
alegre y bonachón. Le fascinaba disfrutar las cosas más sencillas de la vida.
Ya retirado de su accionar de trabajo no se entregó implícitamente a la
pasividad de la vida, prueba de ello era su dedicación a leer textos de interés
pedagógico y literario. Según cuenta la señora Gladys, poseía una envidiable
memoria, de mente activa y se gastaba una nítida letra, le apasionaba cartearse
con sus amigos y reflexionar sobre diferentes temas de la cotidianidad.
La profesora Yezenia Varganciano, hija del maestro, nos dijo en una oportunidad que ya
había superado la barrera de los 77 de
edad cuando enfermó de cuidado, el
deterioro de su salud se fue haciendo evidente entonces no era el mismo. La muerte,
en definitiva le ganó la partida. Expiró casi a la media noche del 11 de junio
de 2019 en la casa que habitaba en la calle Páez de Villa de Cura.
Su nombre quedó grabado en el recuerdo de muchas personas que le quisieron a
las que le dolió tanto su partida. . Toda una multitud acompaño el féretro hasta llegar al cementerio principal de Villa
de Cura. Los rezos por el eterno descanso de su alma se realizaron en la calle
Páez, en esa casa llena de afectos, de flores y de santos.
Reiteramos a nombre de nuestra familia la palabra de consuelo a sus familiares
y amigos con motivo de cumplirse un nuevo aniversario de su partida física.
Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, 11 de junio 2024
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